Se insiste poco en los deberes que tenemos los ciudadanos. Algunos deberes que son importantes, no están escritos, ni se garantiza su transmisión a los niños. Benjamin Constant estudió esto ya a principios del s. XIX. Mucha gente se comporta como si no tuviera ningún deber para con nadie. Para mí, los deberes fueron siempre lo primero: las vacaciones eran una recompensa que llegaba por haber cumplido con el estudio; ante los mayores, procuraba no hablar más de la cuenta, era mejor escuchar, ellos tenían más experiencia; el derecho a hablar había que ganárselo. Ahora, en mi comunidad de vecinos, me siento en el deber de comunicar las anomalías que detecte. Y veo como un deber el tratar de trabajar como si mi trabajo me gustase, sin hacer pagar a nadie mi malestar, evitando desmotivar al personal con actitudes disolventes ni comentarios extemporáneos. Algunos políticos nos recuerdan solo los derechos que tenemos, quizá buscando que pensemos que solo a ellos les debemos algo; yo me siento en deuda con todo el mundo. Porque, aunque sin derechos la persona no puede realizarse, sin deberes, una sociedad no merece la pena. Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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