CON NOMBRE PROPIO: JOSEFINA PEREZ-RASILLA ARREGUI

El día 30 de setiembre tiene gran transcendencia en nuestra familia. En esa fecha, entre otros acontecimientos, nació mi hermano Benjamín y falleció mi abuela materna Josefa.

En ese mismo día, hemos enterrado, junto a las de mi padre, las cenizas de mi madre, recientemente fallecida, haciendo coincidir esa fecha con la celebración de su matrimonio, que también fue un 30 de setiembre con lo que, de los 66 años que hace que se casaron hayan estado 65 de ellos juntos, propiciando nosotros el que a partir de ahora lo sigan estando para siempre.

El fallecimiento de mi madre, a los 91 años de edad, aconteció de una forma parecida a la de mi padre ya que, tras haber hecho planes para salir de paseo por la tarde, no pudo llevarlos a efecto falleciendo durante una breve siesta que hacía habitualmente tras la comida, no despertando de la misma.

Mi madre fue una mujer que tuvo una vida difícil, perdiendo a su padre en plena infancia debiendo superar además una guerra civil. Formó una familia cristiana con mi padre y fue, como las del resto de su época, quién llevó el peso de la misma, con gran afán de superación y una extraordinaria fuerza de voluntad.

Formaron un matrimonio ejemplar que siempre permaneció junto, sobrellevando las dificultades de la vida, especialmente la falta de mi hermano Benjamín, con resignación. En su última etapa, agravada especialmente con la ausencia de mi padre, en la que vio menoscabada su salud, fue un ejemplo de superación y entereza, encontrando en la familia y especialmente en sus nietos las fuerzas necesarias para seguir adelante.

Al igual que cuando mi padre, queremos dar las gracias a todos los que nos habéis trasladado vuestras cariñosas muestras de condolencia, tanto a nivel personal, como telefónicamente o a través del correo electrónico, que han supuesto un alivio para quienes hemos sufrido esta dolorosa pérdida.