Cuando has conocido de cerca a algún genio, te puede impresionar su rendimiento, su profundidad, su originalidad, su productividad, en determinado campo, incluso en muchos campos a la vez. Pero cuando reflexionas, pasado el tiempo, sobre qué es lo que te llevaba a admirarlo, a desear su compañía y a echarlo en falta cuando no está, es su cualidad de traer con naturalidad lo increíble, de abrir un agujero en la realidad y dejar ver por él cosas que dirías imposibles si no las hubieras visto hacerse en sus manos. Las cosas del mundo que dabas por establecido, se desdibujan y se amplían ante el superdotado. Howard Gardner estudió a los personajes de altas capacidades en diversos ámbitos del liderazgo y de la creación; también en la moral y en la acción social hay superdotados. Ortega y Gasset decía que se dan también en el amor. En mayo del 68, alguien hizo la famosa pintada "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Tal vez era algún genio, no consciente de su propia condición, creyendo que todo el mundo era semejante a él, el que, viendo no tan difícil conseguir ciertas cosas, escribió eso. Sí, la política y la sociedad posiblemente serían mejores (pues el nivel de todo en general, menos de la mediocridad, es bastante pobre, ¿no os parece?) si en los altos cargos hubiera genios. Genios no en cualquier campo, sino ante todo (pero no sólo) en la moral y en el trabajo social.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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