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19 agosto 2019

CASA PILATTI

Al acercarnos a la vía del tren, una vez pasada la finca del Casino, lo que nos aparece a la derecha es la imponente Casa Pilatti. Es cierto, que en toda esta zona hay impresionantes casonas montañesas, pero desde pequeño siempre ha habido dos casas que me llamaban la atención. Ninguna era una casa montañesa. Una de ellas se situaba en las cercanías del antigua gasolinera, enfrente del comercio de Segundo Quevedo y cerca del Bar Quinín (que recuerdos de nuestra infancia viendo las series de Rin-tin-tin, Bonanza, etc.. y en silencio, había que respetar las normas establecidas por el Sr. Quinín). Con el paso del tiempo la casa fue comprada por el “Ontaneda”, que posteriormente fue vendida al constructor Sr. Pinta que la tiró y construyó los pisos que ahora allí, existen. Es curioso que asistiendo a las oficinas de la Policía Local observé una foto en la que aparece dicha casa. Era la casa de Oyarbide. Es una foto antigua pues no estaba la gasolinera de Dª. Julia y su hijo Sr. Senén. Hay que tener en cuenta que la concesión de la gasolinera se produjo después de la Guerra Civil, cuando Dª Julia se desplazó a Madrid para solicitar dicha concesión como viuda de guerra. Por tanto la foto es anterior a 1936.
Por desgracia el destino de esta casa fue el mismo de otras del pueblo: derribo para construir pisos. Una pérdida del patrimonio arquitectónico del pueblo, pero es la vida. La segunda casa de mi infancia es la Casa Pilatti, que ha perdido su actividad comercial, pero sigue estando ocupada, por personas de mucho arraigo en el pueblo, como Pura y Yeyo, espero que me permitan utilizar sus nombres. Ella, fue una institución en el IES Besaya de Torrelavega, tuve la suerte de ser un año compañero suyo, y se creó una amistad que ahí está. De Yeyo, que decir. Los jóvenes de la época le recordamos como una persona que nunca tenía enemigos, que no marginaba a nadie y sobre todo era una persona que se apasionaba por la música. De hecho, hoy en día muchos niños y jóvenes tienen conocimiento de Yeyo, pues es desde hace unos años profesor de la Escuela de Música Municipal, que con tan buen acierto dirige Dª Alicia Triguero, pues no es fácil poner en marcha un proyecto y a la vez seguir manteniendo su nivel y sus aciertos. 

Para describir el edificio nada mejor que recurrir a los carteles que genera el Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna: “Casa Pilatti: Edificio de principio del siglo XX, situado junto a la estación de ferrocarril. De corte ecléctico y planta pentagonal, destaca la solución arquitectónica del chaflán, que acentúa su marcado papel urbano. Albergaba un importante comercio” 

La descripción es muy técnica, acertada, pero seguro que no nos dice nada a los que conocimos lo que suponía la Casa Pilatti hace ya tiempo. Vamos a intentar acercarnos a la Casa. 

La construcción de la casa, se inició entre los años 1920 y 1925, aunque su inauguración como establecimiento comercial se produce en el 1927. Don Andrés Pilatti Fernández y su hermano Ramón, decidieron la construcción de la misma mediante la compra de sillería de un antiguo palacio derrumbado que se encontraba al lado del Mesón Los Arcos de Cieza. Una vez construida la casa, allí pasaron a vivir los dos hermanos con sus familias respectivas y comenzaron a explotar un negocio familiar que va a tener una gran influencia en el pueblo. No debemos olvidarnos que fue durante el desempeño del cargo de Alcalde por parte de D. Andrés cuando se procedió a establecer el nombre de la calle. 

Todos los que hemos vivido en el pueblo desde hace ya muchos años, nos acordamos de que aquel edificio, en el que además de ser una majestuosa vivienda, existía un comercio dedicado a varias actividades. Y en ellas, jugaron un gran papel Catalina, que era hija de Ramón Pilatti, mientras que Juan y Andrés además de otros hermanos, que eran hijos de Andrés Pilatti y, por lo tanto primos entre sí, fueron los responsables en las diferentes secciones. También estuvieron trabajando otros varios descendientes, hasta que se produjo el cierre. Entre todos consiguieron mantener durante mucho tiempo un negocio con gran prestigio dentro y fuera del pueblo. . 

En la Casa Pilatti nos encontrábamos con un bar, un comercio de distintos productos y por último la panadería que surtía a todos los pueblos del municipio. Por otro lado, dicho establecimiento era el lugar de espera para las “líneas” en dirección a todos los pueblos del valle, y también para el paso de los trenes en dirección norte o sur. Buenos tiempos aquellos. 

El Bar

Según entraban en el comercio por la zona chaflanada, nos encontrábamos con dos zonas bien diferenciadas. A la izquierda, estaba el bar. En esta zona estaban a la derecha una importante estantería con seis alturas, con treinta espacios destinada a la colocación de botellas. Luego, estaba el mostrador de mármol blanco. A la izquierda, estaba el espacio donde se colocaban las mesas (¿también de mármol?) y sillas. Era la zona más demandada, pues desde allí se veía el exterior, se podía ver a los vecinos que se dirigían a Somahoz, los que paseaban por la calle del Sol, donde estaba el centro neurálgico del pueblo; y por supuesto servía para esperar la llegada de los trenes. No se trataba de cotillear, sino pasar el tiempo mientras tomabas un vino o un café y charlabas con los amigos y compañeros de trabajo. Era habitual encontrarnos a dos grandes personas, conocidas por en el pueblo, tomándose sus porrones de vino con los famosos cacahuetes. Eran de todos conocidos: su apasionamiento por las motos, por sus desplazamientos a San Fermín y por su amistad ¿Os acordáis de sus nombres? 

El bar, como todos los de la zona, dependía en buena medida de los trabajadores de la fábrica. Había que abrir a las 5 ó 5 ½ cuando llegaba el “Rata”, nombre que recibía el tren que transportaba a los trabajadores que iniciaban o terminaban del turno de trabajo. El tren provenía de Barcena de Pie de Concha, parando en todas las estaciones del Valle. Tampoco podemos olvidarnos de las “líneas” que trasladaban a los obreros que venían del Municipio de Los Corrales de Buelna y San Felices. Los obreros pasaban a comprar el pan y las bebidas necesarios para recuperar las fuerzas a mediana jornada. 

Lógicamente el bar tenía todo tipo de bebidas propias de la época, pero sin lugar a dudas tenía un gran renombre en la zona por las barricas de la Nava, la mistela, el moscatel y el vermut, todas ellas habían desarrollado una solera de extraordinaria, difícil de superar y que se mantuvo hasta el cierre del bar. 

El cobro del gasto se llevaba a cabo en una pequeña cabina, situada entre el bar y la zona de ultramarinos, en la que una cajera cobraba lo consumido. Es curioso, pero parce ser que durante un tiempo esta cabina pasó a ser el lugar donde se cogían puntos a las medias, labor esta que realizaba Puri. (Ahora puede parecer una tontería, pero en aquellos años era habitual que algunas mujeres se especializaran en “recoger puntos a las medias”. Era una fuente de ingresos. Y esta actividad no solo era visible en los pueblos, también en las ciudades. En la mitad de los años 70 del siglo XX, me era frecuente en oír a mis compañeras de Facultad de Salamanca hacer referencias a que tenían que llevar las medias a arreglar. Existían talleres con tres o cuatro personas, mujeres, trabajando. Había que ahorrar). 

El ultramarino

Al entrar en el establecimiento y se giraba hacia la derecha atravesando la zona de la cajera nos encontrábamos con la zona de ultramarino. Una zona donde se podría encontrar todo aquello que se necesitaba. Es cierto que en toda la zona de la Avda. José María Quijano había una variedad de comercios importantes, pero ninguno tenía la capacidad de satisfacer la demanda de los compradores. Decimos últramarinos, y por tanto se podrían comprar todo aquello relacionado con la alimentación. Eran muchos los abastecedores como Charcuteros Timoteo, Cooperativa Sam, Harinas La Saldañesa, Caramelos La Raquel, SPAR, Alcosant, etc. Era habitual la venta de café El Dromedario tostado y molido, y productos del Horno de San José. Eran también muy reconocidos los cacahuetes recién tostados. 

Se vendían pastas y hojaldres procedentes de la confitería Ansorena, más conocido por Lipe “El confitero”. Más adelante se traían de una pastelería de Puente San Miguel, principalmente en las fiestas principales. 

Es decir, se vendía lo que suele haber en una tienda de estas características, pero también en cierto, que en esta zona de la Casa Pilatti, se vendían elementos de ferretería y mercería. 
En definitiva, satisfacía muchas necesidades y eso era fundamental, pues en muchas ocasiones los obreros encargaban la compra para la salida del trabajo, e incluso muchas personas de los pueblos de los valles limítrofes utilizaban el tren para acercarse a comprar en la zona. 
La Panadería 
La panadería era una de las parte más importante del negocio familiar, aunque aquí la mayor parte del trabajo, no se llevaba cabo por la familia, sino que se dejaba en manos de una serie de empleados o trabajadores. Estos se encuadraban en la producción del pan y en la distribución del pan por los distintos pueblos del valle. 
Entre los productores, el que más importancia fue adquiriendo fue D. Salvador Fernández Quevedo, “maestro de la pala”, cuya función era la amasar y cocer el pan. Sus conocimientos y su prestigio fueron creciendo, hasta el punto de que en el año de 1971 fue reconocido su trabajo con el título de “Productor modelo”. Este reconocimiento aparece en la prensa provincial. Junto a él trabajaban otras personas como Manolo y Cayo, aunque no he sido capaz de profundizar más en esta dirección. En esta misma sección con el tiempo comenzó a trabajar el hijo de D. Salvador, del mismo nombre, que al principio se ayudaba de cajas para llegar a las zonas de trabajo. 
El inicio de la producción del pan se comenzaba hacia la 1 de la mañana, poniendo en funcionamiento los dos hornos y del resto de maquinaria de última generación, para llevar a cabo la elaboración del pan. No podemos olvidar que el primer turno del trabajo en la fábrica se iniciaba a las 6 de la mañana, cuando sonaba el “pito” (es agradable recordar que en nuestra infancia y juventud la vida del pueblo estaba guiada por los toques de campana de la iglesia marcando las horas y por “el pito” de la fábrica que indicaban las horas de entrada y salida de distintos turnos de trabajo. Lo curioso es que entre las horas marcadas en el reloj de la Iglesia y el “pito” de la fábrica había una diferencia de 5 minutos). Aproximadamente hacía las 5:30 entraba en la estación de Los Corrales el “Rata”, tren ferroviario de gran recuerdo para aquellos obreros que tuvieron que utilizarlo para llegar a la fábricas provenientes de los pueblos del Valle de Iguña. Al mismo tiempo llegaban las “líneas” que provenían de Cieza y de los distintos pueblos del Municipio, sin olvidarnos de los que se desplazaban en bicicleta o andando. No debemos olvidar que entraban en la fábrica a las 6 de la mañana. Previamente, gran parte de estos obreros pasaban por Casa Pilatti para coger el pan y el vino necesario para el bocadillo de la hora del descanso, a mitad de jornada. Puede parecernos extraño que introdujeran vinos en la fábrica, ahora sería impensable, pero en aquella época era habitual, ¿quién no se acuerda ver a los obreros con su botella anís llena de vino en la parte de atrás del buzo? Esa botella parece que estaba asociada al buzo, a la boina y la bicicleta de los obreros. Es cierto que la venta de pan en el establecimiento era muy importante, en aquellos momentos eran muchas las personas que trabajaban en la fábrica, y que también muchos vecinos se acercaban a él a comprarlo, pero también es cierto que las panaderías de la época trataban de llegar a todas las zonas del Valle. Esto se traducía que las panaderías, y no podía ser menos Casa Pilatti, tenían una serie de personas cuya función era repartir el pan. En el caso de Casa Pilatti en una primera etapa, se utilizaron carros tirados por caballos o mulas con las que trasladaban por los pueblos para surtir a los vecinos de los mismos. Pero el reparto era lento, había que agilizarlo y esto se tradujo en la compra de furgonetas que permitían llevar la misma cantidad de pan y al mismo tiempo reducía el tiempo de reparto. Los Pilatti compraron, parece ser cuatro furgonetas, pues cuatro eran las personas que se encargaban del reparto del pan por el Valle, Panín, Lipe, Pedro y Tinin. 
Llama también la atención que la forma de pago era diferente. Ahora nos acercamos a los supermercados o panaderías y automáticamente procedemos a pagar el pan o cualquier otro producto comprado. En aquella época, había vecinos que pagaban directamente el pan, pero también era normal que se pospusiera el pago para final de mes. Esto se solucionaba de manera diferente. Para los que pagaban el pan diariamente, el repartidor llevaba una caja en la que introducía el dinero que le iban pagando a lo largo de su trayecto, cuando terminaba la jornada y se llegaba a la panadería se entregaba el dinero a D. Juan, que llevaba el control. Otros compradores tenían la costumbre de pagar a final de mes que era cuando los obreros cobraban en la fábrica. Para ello los repartidores tenían una libreta en la que apuntaba el día, la persona y cantidad de pan que se le había vendido. El comprador tenía también otra “cartilla”. Al final del mes, era habitual que los vecinos que preferían pagar al final del mes pasaran por las oficinas de Casa Pilatti para hacer el pago del pan consumido, lógicamente se contrastaban las dos cartillas. No había problemas y había confianza, pero era necesario para cuadrar las cuentas. 
Puede parecernos extraño este sistema de pago, pero en el año 1987, cuando regrese al pueblo, todavía recuerdo al bueno de Panín, vecino y amigo de toda la vida, llevaba el pan todos los días a casa, y dependiendo del trabajo te cobraba al momento y o te decía “ya me lo pagarás otro día” ¿Nos imaginamos ir hoy día este sistema de venta y cobro? Ahora es imposible, en aquellos momentos todos nos conocíamos. Cosas de la vida. 
El establecimiento durante mucho tiempo mantuvo su progresión y su papel en la actividad económica de la zona, pero el tiempo pasa y las circunstancias cambian. En la primavera de 1974 se produce la jubilación de los mayores. Se intentó mantener el negocio, pero los herederos tenían otras expectativas. Pura la enseñanza, Juan su trabajo en distintos oficios y sus aficiones musicales, llegando a ser presidente del Coro A Capella de Santander, y Yeyo recorriendo el país con su aficiones músicales y su actividad como profesor de música. Por otro lado, algunos residen fuera del pueblo. Todo ello hace que casi 50 años de “historia” del pueblo desaparece, quedando solamente un enorme y maravilloso edificio y los recuerdos de todos los que trabajaron allí y utilizaron sus servicios. 
Solo se mantiene la panadería bajo la dirección del Salva, que junto a su mujer “Bea”, compraron el negocio de la panadería a Pilatti. Los que en aquellos momentos los que estaban de repartidores eran Tinín Buenaga que lo hacía en la zona de Los Llares, Valle de Iguña y Silió; D. Felipe Pardo, “Lipe” el municipio de San Felices de Buelna; D. Pedro Ugarte, distribuía por todos los barrios de Los Corrales; “Panín” se centraba en los pueblos de Ayuntamiento de Los Corrales y el barrio de “Los Millonarios”, lógico, él había vivido allí toda su infancia y juventud, era muy conocido y querido, por tanto, venta segura. En aquellos momentos el control de la producción de pan recaía en manos del padre de Salva, Salvador, Cayo, Juan, Poli y Mingo. Dª Beatriz, “Bea”, la esposa de Salva, era quien llevaba las cosas de la administración. En todo caso, fue una situación transitoria hasta que se trasladaron hacia la Calle Santo Domingo de Gúzman, a la nueva panadería con los mismos obreros que ya habían tenido en el edificio de Pilatti 
Pero esto es otra “historia”, la Casa Pilatti, como muchos la conocimos, en el año 1974 dio por cerrado su papel comercial y de reunión de los vecinos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

La "casa de Sr. Oyarbide", comenzó a serlo mucho después del año 1936, fecha en que sitúas la foto de referencia. La familia Oyarbide, comenzó a vivir en esa casa, al rededor del año 1955; entre esas dos fechas tuvo que tener otro dueño.
El Sr Oyarbide, anteriormente vivió en la casa que hoy es C/. Hermanos Salas, 22.
El Sr.Oyarbide era el dueño de la funeraria que entonces estaba en la esquina sur del edificio que fue el cine Lido.

José Francisco López Mora dijo...

"Efectivamente creo que tiene Usted toda la razón, Yo me acordaba de esa casa y cuando pregunté todos me hablaron de la Casa del Sr. Oyarbide. Cuando vi una foto de la casa y, viendo que no aparecía la gasolinera de Dª Julia, me puse en contacto con su nieta y me contó que la puso después de la Guerra Civil. A partir de ese momento deduje que la foto era de época anterior, cuando menos antes del 36.
Pero el error viene fundamentalmente, que yo asocie la casa con el nombre de Oyarbide. Después de leer su precisión. me puse a revisar todas las fotos que tenía de la casa, en realidad una, pero que no me había fijado bien en ella. Así descubrí que en la parte de abajo de la foto pone lo siguiente:LOS CORRALES.
Casa propiedad de don Ángel Fernández.
Con esto se ve que usted tiene razón, en cuanto que había habido un propietario anterior, Sigo pensando que el año de la foto es anterior al 36.
En cualquier caso muchas gracias por leer el escrito y poner su grano de arena para que entre todos conozcamos un poco de nuestra "histroria" reciente. Nuevamente gracias por su aportación "