Con el paso del tiempo Gabriel dejó el bar, y el 22 de Abril de 1989 fue cogido el traspaso por Alberto y su esposa Mari. Allí comenzó a vivir la familia y pasó a ocuparse del bar. El local siguió estando en situación de alquiler, pero al cambiar el arrendatario también cambió el nombre del bar. Ahora era conocido como Bar Berto.
El bar era la fuente de recursos para la familia. Berto era quien estaba al frente del negocio, pero su mujer Mari también, como siempre las mujeres en muchas ocasiones están en un segundo plano, pero la realidad es que son el sostenimiento de la casa. Ella era la que ayudaba y al mismo tiempo la que preparaba las comidas.
El bar, como todos los de la zona, abría hacía las cinco o cinco y media de la mañana para atender a los obreros que entraban y. los que salían a las seis. Era un momento importante para los ingresos del bar. Después de este primer momento, habría que esperar a las ocho de la mañana para tener otro punto elevado de consumidores. En definitiva, como en el resto de bares de la zona, las horas de entrada y salida de los obreros, eran los momentos álgidos del negocio.
Es cierto que en los anuncios que aparecen sobre el Bar Berto, en los programas de fiestas de los pueblos del municipio, fundamentalmente, las fiestas de San Roque en Somahoz, siempre se hace referencia a Comidas y Cenas; lo cierto, según nos comentaba Berto es que básicamente eran menú del día, lo típico de un lugar de comidas en las que los asistentes salgan satisfechos del trato, de la comida y el precio. Y así debía de ser, pues los clientes no faltaban. En cambio no era lugar en el que habitualmente hubiera gente a cenar, a no ser alguien que tenía que doblar y que solicitaba unos huevos o un bocadillo. Y por supuesto, no podía faltar el “vino de solera” tan habitual en la zona.
Todo iba bien, la familia esperaba la jubilación y pasar a disfrutar del tiempo. Y así veintiún años y medio después de funcionar, dando servicio a los clientes, en el año de 2010, Berto y familia deciden cerrar las puertas al negocio y trasladarse a vivir a Renedo.
Berto es muy claro al explicar el cierre del negocio. Por un lado, la jubilación estaba muy cerca. Pero por otro lado, la construcción del subterráneo significó el hundimiento de todos los comercios de la zona. Un túnel mal diseñado, el largo tiempo de construcción, pasaron tres años y medio en su elaboración, con las enormes consecuencias negativas para los comerciantes. Berto nos indica que los obreros dejaron de desplazarse por la zona, se encontraban con charcos, barros, etc. Los beneficios dejaron de ser positivos, había que seguir pagando el alquiler, el dinero de autónomos, la electricidad y, en ocasiones, había que recurrir a los préstamos a los que era difícil hacer frente con una caja en la que no entraba dinero. Resultado, cierre y abandono de un negocio que era parte de su vida.
Es curioso, todos me han hablado del efecto negativo que tuvo el túnel para convertir a esta zona en un “punto muerto”, pero sin lugar a dudas nadie me lo dejó tan claro.
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