13 septiembre 2021

UN CORRALIEGO EN SANTORINI

Era obligatorio ir a tan afamado lugar que se ha convertido en el parque temático del turismo. Nada más llegar al aeropuerto un autobús nos aproximó a la central de autobuses de la ciudad.
Cuando acudes a un lugar de las características de esta isla hay varias cosas que resultan imprescindibles, como pudieran ser: bañarte en sus aguas, hacerte impresionantes fotografías y ver la puesta de sol. Las tres las hicimos, saliendo decepcionado de algunas de ellas.
En primer lugar, la estación de autobuses es el caos perfecto. No existen dársenas ni información del lugar ni del autobús que va a hacer tal recorrido. Todo funciona en plan compadre y de boca en boca entre los usuarios, los cuales tienen que deambular entre los autobuses para adivinar cual tienen que tomar, con el consiguiente peligro de ser alcanzado por alguno de ellos, sin que en muchos casos ni el propio conductor sepa cuál va a ser su destino, estando todo ello sometido a la improvisación del momento. Se da la circunstancia que para poder realizar las distintas opciones que habíamos decidido hacer era imprescindible utilizarlos.
Cuando por fin conseguimos acertar con el adecuado que era el que nos tenía que llevar a la playa nos subimos en él, desconocedores que de que teníamos que afrontar un nuevo desafío.
Santonini tiene varias playas de origen volcánico, que tienen como denominador común que son pequeñas, y mayoritariamente con arena negra, más bien piedras.
Las principales de cara al turismo, a las que puedes ir en autobús son: La Playa Roja, la Playa Blanca y la Playa Negra. Hay otras, pero supongo acceder a ellas es en vehículo propio. El acceso a estas playas es peligroso ya que a la primera hay que descender por unos semi acantilados y a las otras es imposible, por lo que hay que ir en lancha. Optamos por esta posibilidad, desconociendo lo que venía después y es que no hay puerto para desembarcar, sino que desde una escalera adosada a la lancha hay que descender al agua, donde te puede cubrir desde la rodilla hasta la cintura, dependiendo del día y de las olas.
Una vez en la playa el baño es obligado y pude comprobar que el agua está casi tan caliente o más que la temperatura ambiental, así como una mayor salobridad del mismo, comparado con nuestro Cantábrico.
Abandonamos la playa tomando nuevamente la lancha accediendo por la escalera por la que descendimos anteriormente para tomar al autobús que nos llevase nuevamente al centro.
Tras comer y hacernos las preciosas fotos de rigor afrontamos la puesta de sol, debiendo sumirnos nuevamente en el caos de la estación de autobuses. La puesta de sol era imposible que nos decepcionase. Lo único que pudiera incomodar es la afluencia masiva de espectadores que agobiaban un poco, sobre todo teniendo en cuenta que allí no usa mascarilla casi nadie, excepción hecha de nosotros y algunos otros que compartían nuestro proceder prudente, pudiendo comprobar con alegría que varios de ellos hablaban español. No entiendo el motivo aunque los allí presentes estábamos todos vacunados, ya que se nos exige en certificado de vacunación al entrar en la isla, pero dada la multitud de personas de varios países entiendo eran elementales toar medidas preventivas como son la distancia, aunque esta se observaba más, y la mascarilla, que no se observaba mayoritariamente.
Una vez contempladas las maravillosas vistas de la puesta de sol volvimos al inconveniente de la estación de autobuses para tomar el definitivo que nos devolviese al aeropuerto para retornar a Atenas.


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