Mi padre, tenía la costumbre de dejar constancia de todo lo que hacía, y eso me permite hablar con más idea de lo que hacía para sacar a delante a la familia que crearon él y mi madre Teresa. Vivíamos en la casa nº 22 del barrio.
Jesús desde muy joven, como la mayor parte de los vecinos del Ayuntamiento, comenzaron a trabajar en la fábrica y también, en ocasiones, como repartidor de correo.
En un momento dado, decidió que el tiempo libre que tenía a la salida de la fábrica, dedicarlo para hacer un curso por correo de reparación de aparatos de radio, de tal modo que se matriculó en la Escuela de Radio Maymó de Barcelona. El 19 de junio de 1946, recibió el título Técnico Práctico en Radio. A partir de ese momento, el trabajo no le faltó. En aquellos momentos, el único medio de acceso a los acontecimientos nacionales e internacionales era a través de la radio, que se convirtió en un objeto presente en todas las casas. Por otro lado, en aquellos momentos no había reparadores de radio en el Valle, con lo que cualquier avería provocaba el desplazamiento a Torrelavega para repararlo y, en el peor de los casos, a Santander.
Cuando a través de su familia y compañeros en la fábrica, se fue dando a conocer que arreglaba aparatos de radio, comenzó a incrementar su trabajo una vez que salía de la fábrica. La clientela era de todo el Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna, de San Felices y de los Valles de Cieza e Iguña. En la fábrica se corrió la voz, con lo cual muchas de las personas de los valles limítrofes, le traían el aparato de radio a la fábrica y de allí Jesús se lo llevaba para casa a arreglarlo. Ya no tenían que ir a Torrelavega, después de salir de trabajar, lo que les salía más económico.
Era tan elevado el número de aparatos a arreglar, que muchos días estaba hasta las tres de la mañana y los sábados, la jornada se prolongaba hasta las seis de la mañana. Y si era el aparato de uno de los bares del pueblo, la reparación se podía prolongar más tiempo, pues el bar no podía estar los domingos sin aparato de radio, pues se transmitían los partidos de fútbol y era un atractivo para mantener la clientela. Si no había radio, se perdían los clientes, que se iban a otros bares.
Cuando se trasladaron al barrio de Los Millonarios, en noviembre de 1952, mi padre siguió trabajando en la reparación de radios, aunque en casa de sus padres, pues en el barrio todavía no había electricidad en las casas. Así que durante un año, iba a casa de sus padres, donde trabajaba desde la salida de la fábrica hasta las diez de la noche que regresaba a casa. Solucionado el problema de la luz en casa, nuestro padre siguió trabajando en lo que le gustaba y le permitía sacar adelante a la familia.
Nosotros en casa, veíamos a nuestro padre con todo tipo de materiales destinados a reparar las averías, allí estaban lámparas nuevas metidas en cajas, lámparas fundidas, el voltímetro, los soldadores de estaño, que posibilitaban soldar los hilos de cobre a distintas piezas del aparato. Todo esto, lo veíamos todos los días en casa. La llegada de personas, vecinos y no vecinos, a traer o llevar aparatos de radio. Esto le obligó, a comprar elementos de reparación en elevada cantidad, para no tener que desplazarse continuamente a Santander a comprar esos componentes, al mismo tiempo que tuvieran calidad y que fueran económicos que le permitieran la satisfacción de los que le confiaban el arreglo del aparato de radio, y que él tuviera ganancias. Todo esto lo consiguió en un taller de Santander denominado “Radio Luz”. El dueño, viendo la cantidad de elementos que compraba Jesús, lo que le indicaba que era bien apreciado en el pueblo y que tenía muchos clientes en los valles, le propuso ser representarte de “Radio Luz” en la zona de los Valles de Buelna, Cieza e Iguña. Dicho y aceptado, mi padre a partir de ese momento se convirtió en representante de dicho taller en la zona. Ahora además de arreglar aparatos de radio, también los vendía, así como otros objetos como joyas, relojes, etc.
Pero las cosas cambiaron, la fábrica trasladó a mi padre Jesús a trabajar a Nueva Montaña en Santander, lo que implicaba que estaba mucho tiempo fuera y eso le impedía atender a los clientes de siempre. Por otro lado, en estos momentos, también se establecen en el pueblo Valentín y Nino, que ponen un taller de nombre VASA, destinado a reparar aparatos de radio y otras actividades relacionadas con el mundo de la electricidad y reparación de objetos como las planchas, etc. De aquí que se centrase en la venta de aparatos de radio, joyas y relojes. En esta nueva etapa contó con la ayuda mi madre Teresa que, a través de sus amistades en el barrio, así como en el pueblo, conseguía vender joyas como cadenas, pulseras, anillos, pendientes de oro o plata. Pero decía mi padre, que la mayor ayuda fue la de su hermano Ángel, que estaba en la oficina de Hornos y Tren de Laminados, lo que le permitía estar en contacto con personas de alto nivel que compraban esos objetos. En todo caso, era habitual que muchos días bien en el tren, bien andando, se desplazaban a los pueblos de Cieza, Iguña, para enseñar los objetos que podía vender o llevar los que ya habían apalabrado.
Parece ser, que ambos eran apreciados, pues en ocasiones cuando llegaban a estos pueblos, eran invitados a comer o merendar por las personas a las que llevaban los objetos comprados y, en ocasiones, mi padre aprovechaba para arreglar el aparato de radio al vecino.
Todos los años, el dueño de “Radio Luz”, tenía una reunión con los representantes que tenía por toda la provincia. Esta reunión se concretaba en una comida, que se celebraba en un restaurante situado en La Albericia y en la que se daba un reconocimiento a los mejores vendedores del año. Mi padre, acompañado por mi tío Ángel, siempre asistió a esa reunión. Mi padre, en el año 1957, fue el segundo vendedor de la provincia.
A veces hay personas que te dicen “Yo compré el primer reloj que tuve a tu padre”. O me acuerdo, de la única vez que mi padre me envió a Santander a llevar algo a Radio Luz. El dueño me dio una propina, no me acuerdo de la cantidad, pero me permitió comprar una caja de tabaco rubio, de Chesterfield. Era el día de la fiesta de San Migueluco. Presumí de mi tabaco rubio, fueron cayendo un cigarro tras otro, hasta que al final, tuve que irme para casa debido al mareo que tenía.
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