Conocida por todos como ”Chus”. Era hija de Toño y Gloria, que vivieron en la última fila, en la casa número 66.
Chus, durante mucho tiempo, estuvo trabajando en la tienda de Segundo Quevedo. Esta es una tienda ya desaparecida, y se encontraba donde actualmente se está el aparcamiento de la finca de Loo, donde todos los miércoles, se celebraba el mercado semanal. En esta finca al lado de la antigua Calle de Matías Montero y hoy llamada Trabajadores de Authi y en frente del antiguo bar Quinín, había una casa alquilada por Segundo Quevedo. Esta casa tenía tres alturas. En la parte de abajo donde estaba la tienda. En la segunda planta, era la vivienda y en la parte superior el desván. Además, había una trastienda y un garaje, que servía de lugar para almacenar los productos que después se vendían en la tienda. Allí estaban las patatas, las telas metálicas y otros productos.
En esta tienda, trabajó Chus. Ella había terminados los estudios en las Escuelas de las Monjas, situadas en aquellos momentos en la zona de La Pontanilla. Una vez terminado los estudios en las Monjas, lo habitual era iniciar otros estudios fuera del pueblo o buscar un puesto de trabajo. Chus no quería seguir estudiando, sino aprender un oficio. Ella quería ser peluquera, pero su padre no era partidario de ello, así que decidió encontrar un trabajo. Antonio tenía amistad con Segundo, este necesitaba una nueva dependienta, y como consecuencia de todo, Chus comenzó a trabajar en el año de 1963.
Aquella era una tienda muy distinta, a lo que nosotros vemos actualmente. Allí se vendía todo tipo de productos. Se vendían comestibles, como legumbres, patatas, frutas. También otro tipo de productos como bonito y atún, que solían venir en latas de gran tamaño y que los vecinos compraban en cantidades de 50 o 100 gramos y así hasta que se acababa el producto. En aquellos momentos era habitual, que los clientes que iban a comprar estos productos, llevasen un pequeño recipiente para trasladarlo a casa. Además, se vendían distintos tipos de alcohol, el vino tinto o blanco, moscatel u otro tipo de alcohol como el anís, coñac, etc. Todas bebidas frecuentes. El vino se vendía a granel. Estaba en cubas de gran tamaño, de las que se sacaba la bebida y se llenaban las botellas que traían los clientes. También se vendía aceite a granel que se guardaba en tinajas enterradas en la tierra y que se llenaban las botellas, que también debían de llevar los compradores, por medio de una manivela que había en el mostrador. En invierno, debido a la bajada de las temperaturas, el aceite se congelara y durante algunos días no sirviese aceite.
Es cierto que, la venta de alimentos era una parte fundamental del comercio de Segundo Quevedo, pero no podemos olvidar los anuncios que se solían poner en el programa de las fiestas de 1964, en lo que se habla del comestible, como producto fundamental, pero también se hace referencia a la venta de productos de ferretería, paquetería, perfumería y juguetería. Sin olvidarnos del gran surtido de regalos.
Gran variedad de productos que abastecían las necesidades de muchos vecinos del valle y de los alrededores. Pero, como era habitual en la época, muchos compraban de fiado. Muy pocas veces se pagaba al momento, sino que lo habitual era hacerlo al final de mes, cuando se cobraba en la fábrica. Esto implicaba la utilización de la “cartilla”, que en casi todos los comercios existía. Al final de mes, era Chus quien llevaba cabo el recuento de lo que cada cliente de la tienda había comprado. En ocasiones no coincidían lo anotado en la cartilla de la tienda y la del cliente, así que a revisar ambas libretas.
Con el tiempo Chus abandono su trabajo, aunque la tienda de Segundo Quevedo siguió funcionando. Posteriormente la tienda cerró y hay estuvo abandonado el edificio, hasta que fue derruido. Hoy solo nos queda el espacio, y el maravilloso tilo al que posiblemente le quede muy poco tiempo de seguir dándonos sombra.
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