Pasan los años y seguimos oyendo explicaciones simplistas sobre las motivaciones de las guerras: que si unos señores poderosos se enemistan por cuestión de intereses, desde sus despachos, y mandan al pueblo a matarse entre sí, que si el motivo de la guerra es siempre económico, que si Franco fue emisario de los señoritos... Yo lo que veo es que los ideales, los sentimientos, las necesidades materiales o la defensa propia, como en la vida individual, que se lo pregunten a los ucranianos, hacen inevitable muchas veces la guerra. Motivos que, aunque sean erróneos o no los compartamos, son más respetables que el egoísmo y el ninguneo que algunos les atribuyen. Los soldados a veces van al frente queriendo, como vinieron extranjeros a nuestra guerra civil. Y los líderes de las naciones, claro que no van a luchar, solo una visión anarquista o apocalíptica lo querría; y en una muestra de falta de egoísmo, los líderes, cuando podrían quizá coger la maleta y largarse a paraísos, fiscales o tropicales, se quedan al pie del cañón, por el bien, o por el supuesto bien, de sus países.
De Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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