Cual alma que lleva el diablo, los caracoles no corren, vuelan en San Mateo de Buelna. Lejos de su mala fama de lentos y pesados, sobre el circuito preparado para la ocasión arrasan. Es cierto que no se baten records, en todo caso de participación, pero la algarabía con la que se viven las carreras es de Fórmula 1.
La prueba gana adeptos cada año, como demostraron los 326 participantes, especialmente niños, que ejercieron ayer de jefes de escudería, mimando a los pilotos y sus carrocerías. Porque para ganar hay que cuidar a los verdaderos protagonistas, mimarlos y tenerlos no entre algodones, sino entre lechugas fresquitas para estar a punto en el momento de la verdad.
La prueba gana adeptos cada año, como demostraron los 326 participantes, especialmente niños, que ejercieron ayer de jefes de escudería, mimando a los pilotos y sus carrocerías. Porque para ganar hay que cuidar a los verdaderos protagonistas, mimarlos y tenerlos no entre algodones, sino entre lechugas fresquitas para estar a punto en el momento de la verdad.
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