Tuve dos amigos escolapios, y entre ellos no había sintonía; la religión, y también la enseñanza, eran cosas muy diferentes para uno que para otro. Personas de la misma fe pueden entenderla de maneras incompatibles; para unos el islam puede ser un compañero de viaje, para otros, el enemigo, o la superstición, etc. Esas distintas visiones se dan también en el arte: hice una vez una encuesta y deduje más de 20 maneras de entender lo que es la música, de vivirla. Con el matrimonio, sabemos que pasa lo mismo: pueden estar casadas dos personas que, sin hacerlo explícito (ni ser ellas conscientes), están ahí metidas dando por supuesto que el otro entiende por casarse lo mismo que él. También pasa con las relaciones sexuales: en EE. UU. hicieron un estudio en que salieron 200 modos de entender lo que es acostarse con alguien, ¡y tener hijos o disfrutar no era lo más usual! Alquilar un coche, se ha visto ahora en Japón que puede significar cosas muy distintas para unos que para otros. Y ocurre también con la amistad, con ir al colegio, con el derecho, el sindicalismo, el fútbol... No explicitamos cómo entendemos las cosas, tendemos a presuponer una visión estándar, y compartida. Es el conflicto, el que acaba plantándonos ahí lo inesperado, poniendo de relieve diferencias, sutiles pero que son importantes. No erraba Pirandello: la comunicación rara vez se da; cosa que debería enseñarse en la E.S.O. Y el mundo actual, con su falta de despacio, de silencio, quizá potencia los malentendidos.
Adolfo Palacios, en Cartas el Director, de El Diario Montañés.
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