Saliendo del bar Angelín, nos encontramos con una venta y posteriormente una puerta
que era el acceso a la Fonda Buelna. En la parte de abajo, tenía el comedor de la Fonda, y
después estaban las habitaciones de los huéspedes y, por último estaba la zona abuhardillada,
que también servía para habitaciones de huéspedes.
La Fonda Buelna, fue administrada desde sus comienzos por la familia Pérez-Rasilla. En
ella, durante muchos años, fueron las mujeres las que sostuvieron este establecimiento,
siendo un ejemplo y una avanzadilla de trabajo femenino, en los albores del siglo XX.
La matriarca de aquella institución femenina fue Gerónima Fernández, casada con
Inocencio Arregui en primeras nupcias y, tras enviudar muy joven, en segundas nupcias se casó con Fernando Pérez-Rasilla Pérez-Rasilla. Tuvo 9 hijos, 2 varones (Julio y Fernando) y 7 mujeres (Josefa, Manuela, Victoria, Aurora, Amalia, Maruchi y Mina). Ella, sin embargo, fue la que tomó las riendas del negocio, auxiliada por sus hijas, aunque alguna de ellas, como Josefa, no participó por tener su propio trabajo, otras como Manuela, Victoria o Aurora, cesaron su
actividad en el negocio al casarse ya que sus nuevas ocupaciones y/o su residencia fuera del
pueblo, hizo que no pudiesen continuar en el mismo. Al final solamente quedaron: Amalia,
Maruchi y Mina, que era la que ostentaba la dirección de la misma.
Durante la Guerra Civil, gran parte de ellas, fueron encarceladas por sus creencias
políticas y la fonda fue requisada. Posteriormente adquirieron nuevamente el establecimiento
y continuaron al frente del mismo.
Hemos tenido la suerte de que Lines Fernández, que trabajo en la Fonda durante 4 años, nos haya dado algunas ideas de cómo era el funcionamiento de ésta. Ella estaba interna,
trabajaba todos los días con un descanso los jueves por la tarde, sábados y domingos. Allí
dormía, comía y trabajaba y recibía un sueldo de unas 1000 pesetas. Gracias a ella, ahora
conocemos como funcionaba la Fonda Buelna en el tiempo de que estuvo allí entre 1969 a
1973. Vamos a ello.
La cabeza que controlaba todo para que funcionara el negocio, era Mina. Ella colaboraba en todas la actividades que había que realizar en la Fonda, pero además era quien estaba al frente de la fonda, controlaba la contabilidad de la misma, cobraba las estancias y trataba que todo estuviera en condiciones para que no hubiera quejas por parte de los clientes.
Había tres mujeres contratadas en el servicio de la Fonda. Estas eran, Trinidad que todos los días iba y venía del Ayuntamiento de San Felices hasta Los Corrales y viceversa, en una velosolex que le permitía un rápido desplazamiento. Por otro lado estaba Emilia, residente
en el barrio de La Hoya, en el pueblo de Los Corrales, Y, finalmente, la última en llegar, Lines,
las más joven y la única que vivía en la fonda. Las tres tenían las mismas funciones, que la
fonda no tuviese contratiempos. Lines, que entró como ayudante, pero poco a poco fue
cumpliendo las mismas funciones que sus compañeras.
¿Cómo era la fonda por dentro? En principio había tres plantas. En la planta baja,
estaba el comedor, la cocina, el lavadero y un baño. En la primera planta, había una zona de
comedor, 8 habitaciones y un baño común. En la segunda planta había 8 habitaciones y baño,
igualmente, común.
La fonda tenía mucho movimiento. Había personas que residían permanentemente en
ella. Eran personas que trabajaban en la fábrica pero que no residían en el pueblo; había un
taxista, Secundino, que ejercía su profesión en el pueblo pero no era de aquí; había una
profesora, Dª Pilar Merino, que ejercía la docencia en Los Corrales, pero no era del pueblo; estaba también Aquilino Cagigal, natural de Polaciones y que trabajaba en la Traída de Aguas, y que con el tiempo se casó y tuvo familia aquí en el pueblo, donde ahora vive. Era habitual en
determinadas épocas del año la presencia de taladores que venían a hacer “las cortas” en los
montes del valle y tenían que vivir en el pueblo durante un cierto tiempo. Y también estaban
“los viajantes”, actuales representantes comerciales, que venían a visitar las fábricas, talleres y comercios que existían en el pueblo, para ofrecerles los nuevos productos. En ocasiones
importantes como podía ser la época de la Semana Santa vinieran predicadores de fuera y que
solían comer en la Fonda.
Lo normal era que todas estas personas estuvieran con pensión completa, estando el
comedor de la planta baja.
Es curioso pero parece ser que los menús estaban perfectamente establecidos, por
ejemplo los miércoles era el día de las lentejas como primer plato y como segundo la tortilla de patatas, una tortilla que se hacía en una pequeña sartén de tal forma que cada comensal
recibía una tortilla completa. Después de la comida venía el café y la “copita”, un coñac, un
anís seco o un orujo, que se traían del bar.
En mayo de 1971, Mina comienza a sentirse cansada, la Fonda le lleva mucho tiempo y
esfuerzo, era la que llevaba el peso del negocio, y decide dar un paso al lado. Todavía es joven, son cincuenta y tantos años, pero necesita dejar la Fonda. Así que decidieron traspasar su negocio a Ángel Castillo, y su esposa Carmen Fuentes, que ya regentaban el bar Angelín.
Regentaron ambos establecimientos junto con su hijo Angelín y su esposa Rafaela y su hija
Carmen y su esposo José. Los nuevos propietarios tuvieron unos comienzos difíciles, en los
que siempre contaron con el apoyo de Mina, de la que guardan un cariñoso recuerdo, por su
categoría personal, especialmente Carmen, que la recuerda como una gran mujer.
Mina inicia una nueva andadura, poniendo un nuevo negocio, que no implicaba el
esfuerzo que el anterior.
1 comentario:
Yo llegué a hospedarme en la Fonda Buelna hace veinte años. Después, en Santander, como maestro he dado clase a los nietos, que han sido mis alumnos, uno de ellos todavía lo es; que descienden de Calga, de donde era mi bisabuelo "Ramonillo", abuelo materno de mi padre Jesús Palacios. Estos chavales, Marcos y Abel, todavía tienen una casa en Calga (Anievas), y lo llevan con mucho orgullo.
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