A partir de la casa de Fidel Guitian, desaparecen las casas habitadas y nos encontramos con las instalaciones de la fábrica. Aquí está la “portilla” de acceso a la fábrica. Acceso que difiere mucho, de lo que nosotros conocimos en nuestra juventud. Actualmente solo hay un acceso, con una caseta de control de entrada y salida de obreros y de camiones, control que desde hace ya años se realiza por guardias de seguridad privada. A esta zona se accedía a través de una puerta, encontrándonos a la izquierda el puesto del portero, que controlaba las entradas y salidas, tanto de mercancías como de los obreros. A la derecha se encontraban las taquillas de la ropa de los porteros, los guardas y los pesadores de mercancías que se llevaba a cabo en la báscula existente. Seguido, la zona conocida como “el chapero”, porque en esa zona se encontraba una chapa que identificaba a cada obrero, y que debía de recoger una vez entraban en el trabajo y cuando terminaban su jornada debían proceder a colocar en el mismo sitio. También en esta zona había un reloj de marcaje de entrada y salida para los empleados. Tanto “el chapero” como el reloj eran controlados por el pesador que anotaba las entradas y salidas. A continuación del “chapero” estaba un aparcamiento de bicicletas de los obreros.
Por la puerta por la que accedían y salían los camiones nos encontrábamos a pocos metros de la misma, la báscula de peso de mercancías. Allí estaba la cabina del “pesador” ya que en aquellos momentos el pesado de camiones era manual.
Por último, decir que esos momentos, tanto los porteros, como los guardas y “pesadores”, eran operarios de la fábrica, no como sucede actualmente, que, como hemos dicho pertenecen a empresas privadas.
Pero anteriormente era muy distinto, no existía la rotonda, ni el semáforo; había un elevado número de obreros entrando y saliendo de la fábrica a la hora de los turnos, el continuo traslado de materiales de una zona de la fábrica a la otra, bien a través de las “carretillas”, que en ocasiones, cuando se producían inundaciones, se desplazaban por el pueblo llevando y trayendo operarios de sus casas a la fábrica y viceversa; estaba el ferrocarril que trasladaba el material que llegaba a la estación de Los Corrales y desde allí hasta el centro de la fábrica. Quien no se acuerda de la famosa “Tonina” al frente de la cual se encontraba Miguel Villamuera, teniendo como ayudante a Teodoro Múgica. Esta máquina ha estado durante mucho tiempo abandonada, pero por suerte, la dirección de la fábrica tuvo la iniciativa de llevar a cabo su recuperación, y futro del empeño actualmente está colocada en los acceso de la fábrica, para disfrute de todos los vecinos y en recuerdo de todos los que con ella trabajaron.
Como decimos, éste era un lugar de gran movimiento de obreros con su buzo, su bocata, su botella de vino; movimiento de camiones, de “carretillas” o de máquinas de tren. Pero además esta zona fue también un punto de concentración de los más necesitados del pueblo o de sus cercanías. Parece que durante mucho tiempo, era frecuente que los mendigos se apiñaran en la entrada de la fábrica los días en que los obreros recibían su paga. Buscaban una pequeña limosna que les permitiera seguir sobreviviendo. La situación creaba problemas y se buscaron soluciones como se deduce del Acta 21 de Febrero de 1933: “Otro informe de dicha Comisión sobre el establecimiento de un buzón dentro del recinto de la fábrica de arriba para que los obreros afectos á las fábricas depositen su óbolo y más tarde con la llave del mismo y á presencia de los pobres de la localidad abrirle y entregarle las cantidades que en el mismo se encuentren, precisando para ello la autorización de la Gerencia y en esta forma se evitará la aglomeración de pobres en la portilla en los días de paga. Conforme la Corporación se acuerda cumplirle tal como se presenta” ¿Siguió sucediendo esto durante más tiempo?
La verdad es que no sé si se acabó con la situación pero, también es cierto que durante mucho tiempo, era frecuente que en la zona de la portilla aparecieran dos o más persona, los días de cobro, con una maleta y ponían una mesa en la que mostraban baratijas, que trataban de vender a los obreros que salían felices con su paga en el bolsillo. Era un momento que se podía aprovechar para adquirir un pequeño regalo para la mujer o para uno mismo. La venta no debía estar mal, pues se repetía casi todos los días de paga.
En fin, la portilla, era una zona muy transitada por personas, bicicletas, camiones, “carretillas” e incluso el tren. Y sin embargo no parece que hubiera muchos accidentes. De hecho creo recordar un accidente que se produjo a lo largo de finales de los años 60 del siglo pasado. Un chico del Bardalón, llamado Mariano, fue atropellado por el tren que transportaba las mercancías o por una “carretilla”. El accidente dio mucho que hablar, pero todo quedó en un susto. Mariano salió del percance y siguió con su vida. Pasaron los años, y cosas curiosas de la vida, hacia los años 80, estando yo en Salamanca, sentado en el Parque Garrido, se me acercó una persona y se refirió por mi apellido: “Mora”; no le conocí, pero en seguida me dijo que era Mariano, de Corrales, que vivía en el Bardalón. Cosas de la vida, allí estaba Mariano. No volví a verle más.
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