El Tiempo en Corrales de Buelna,Los

08 diciembre 2020

LA SALLE

Este colegio comenzó a funcionar en el pueblo el 13 de noviembre de 1890, bajo el patrocinio de Felisa Campuzano y Rodríguez de la Guerra y la dirección de la Comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 
Este colegio en un primer momento estuvo situado en La Pontanilla, pero a partir de 1938 se ubica en la zona que actualmente ocupa. 
No podemos olvidar que si el colegio de “La Monjas”, fue durante gran parte de su vida un colegio femenino, el colegio de La Salle era un colegio masculino, que durante muchos años estuvo encaminado a la educación de los hijos de los trabajadores de Quijano. 
Podríamos dedicar mucho tiempo a lo que ha sido la historia de este Colegio y la significación que ha tenido en el pueblo, pero limitémonos a pequeñas referencias. 
Cuando cumplíamos los 9 años, algunos de los que estaban en las Nacionales, pasábamos un examen y accedíamos al colegio. Allí la situación era muy diferente, mayor número de alumnos, patio cerrado en el que podíamos correr, jugar al futbol, al baloncesto, balonmano, balontiro, frontón, las canicas, peonza, etc. Las posibilidades de practicar deporte eran muchas y salieron grandes jugadores del centro. 
La disciplina era mayor, quizás diferente. La entrada a clase se hacía después de sonar la campana, que existía en la entrada de las aulas de 2º y 3º. Esta campaña marcaba los ritmos de entrada y salida. A la entrada siempre en fila, perfectamente alineados y dejando un espacio entre unos y otros. Una vez en clase nos encontrábamos con nuestros profesores, el Hermano Germán y el Hermano Julián y profesores Gonzalo y Jesús; luego pasabas al otro bloque, para cursar 4º y 5º donde te encontrabas con los Hermanos Abilio, Bonifacio, Germán y Julián. 
Cada uno de los profesores nos dejó su impronta. El hermano Germán, los maestros Jesús y Gonzalo son recordados por su esfuerzo en conseguir que superáramos nuestras dificultades y que fuéramos adquiriendo conocimientos para continuar con nuestros estudios o supiéramos enfrentarnos a la vida. El Hermano Julián, del que huíamos en cuanto aparecía por el patio, era extremadamente duro y exigente. Aprendimos como nadie a leer, escribir, y a no cometer faltas de ortografía y saber realizar el dibujo lineal. Cuantos “sopapos” por habernos distraído en la lectura de El Quijote; cuantas faltas de ortografía escritas 10 veces y con tinta, no con bolígrafo; cuantas repeticiones de láminas de dibujo, rotas por el simple hecho de que los márgenes no tenían la anchura conveniente. El Hermano Bonifacio, “Boni” para los alumnos, pero que no nos oyera, siempre con su Física y Química que le encantaban. Todos recordamos aquellos números con los que él nos calificaba, todos practicábamos para realizarlos como él los hacía. Pero el problema estribaba, en que los hacía con una pintura de color especial que no éramos capaces de encontrar. Buscábamos por las papeleras, pero no era fácil, tenía mucho cuidado de no dejarlas por la clase. Posiblemente, algunos consideren que la educación era muy rígida, muy disciplinaria y en algunos casos, los menos, poco prudentes en el trato de sus alumnos. Pero lo cierto, es que salimos con una muy buena preparación, conocimientos fundamentales para seguir hacia adelante, hábitos de estudio, de presentación de los trabajos, de respeto a todos los compañeros independiente de las características de cada uno. Algunos eran muy buenos en el dibujo, otros en el baloncesto, extraordinarios con la peonza, pero les fallaba la Química, la Lengua, etc. Pero todos aprendimos a salir a delante y a respetar y a ser respetado independientemente de la edad o de nuestras aficiones. 
Al llegar a los 14 años era la hora de tomar la decisión de lo que íbamos a hacer independientemente, que estuviéramos en Las Nacionales, en las Monjas o en la Salle. La solución era relativamente fácil: dar por terminada la fase estudiantil y buscar un trabajo como aprendiz o desplazarse a estudiar fuera del pueblo en internados donde permanecías durante toda la semana. Otra alternativa era ir diariamente a Torrelavega a seguir los estudios en el IES Marqués de Santillana, el Besaya o el Miguel Herrero. No podemos olvidar, que muchos alumnos de los Valles de Buelna y de Iguña, se desplazaban desde los 9 años al centro de la Salle, utilizando distintos medios de transporte, las zapatillas, la bicicleta, el tren y esto durante nueve meses al año. 
Quizás los que lo teníamos más fácil, éramos los que decidíamos seguir en la Salle, estudiando en la Escuela de Aprendices, por la que muchos hemos pasado, adquiriendo unos conocimientos profesionales que les posibilitó ejercer su oficio en distintas empresas de la provincia y del país. Pero no solo eso, sino que a algunos les permitió seguir estudiando peritaje o ingeniería al mismo tiempo que trabajaban, e incluso a otros nos permitió seguir estudiando en cosas que no tenían nada que ver con la fábrica, estudios relacionados con las Humanidades o el Magisterio. 
Fueron años de gratos recuerdos, con momentos en ocasiones frustrantes, con profesores con los que no congeniabas, y de los que tratabas de pasar desapercibido, pero que todos trataban de una manera u otra de transmitirnos sus conocimientos. ¿Quién no se acuerda de aquellos maestros de taller, que nos enseñaron a utilizar las herramientas de ajuste, limas, sierra, taladro, calibre, cuchillas, etc.? José María, Manrique, aquel que, además de ser un buen deportista, cuando te cogía la lima acababa de desbastar la pieza en 10 minutos, mientras que tú emplearías tres horas; de la seriedad del Maestro de Ajuste, Antonio, y muchos otros que después han pasado por los talleres. 
Una vez terminados los estudios de Aprendizaje, lo normal era que pasaras a trabajar en la fábrica, acudiendo por la tarde a hacer peritaje a Torrelavega o Santander. Pero cuando nosotros terminamos ya no se entraba en la fábrica. Muchos se decantaron por hacer estudios técnicos, como Maestría Industrial, Peritaje, etc. Otros por buscar trabajo, pues con las referencias de la Salle era fácil de encontrar; y los menos, tres, nos decantamos por realizar el PreCOU. Este paso nos obligó a tener que desplazarnos hasta Torrelavega, al “Miguel Herrero”, y al año siguiente a realizar el COU, en el IES Besaya de la misma ciudad. 
Como vemos la solución para los que terminaban los estudios era muy clara: ponerse a trabajar, buscar salida a través del estudio en Aprendices o desplazarse fuera del pueblo. Para dar solución a estos problemas surgió el Colegio "Torres Quevedo"


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