Antiguamente se trabajaba la piedra a mano, con lo que quedaba la huella del cantero, además de lo particular de aquella piedra concreta. Hoy "se trabaja más a degüello", decía un cantero refiriéndose al uso de sierras mecánicas. El resultado de la mecanización, de la rapidez, es el corte recto, legitimado intelectualmente por la Bauhaus, y en la práctica por las necesidades de los ayuntamientos. En el mobiliario urbano que hoy disfrutamos o padecemos, vemos la diferencia con los diseños de antaño: antes se usaban curvas, había una veneración hacia los "diseños" naturales, una especie de sana competencia con ellos. Decía Gaudí que la naturaleza no sigue líneas rectas. El uso de curvas requiere tiempo, dedicación, imaginación, ¡y más dinero! Y al usuario le es grato, luego, ese esfuerzo, se siente así acompañado, al haber signos de presencia viva: alguien se ha tomado la molestia, lo ha hecho pensando en su apreciación. Para un botellón parecen valer, claro, líneas rectas, como para una instalación agropecuaria, pero no nos equivoquemos: también la juventud busca rincones bellos.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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