Tras esa semana de vacaciones a final de octubre, como docente, veo que me viene bien para arreglar papeleos, vacunarme de gripe, pasar la ITV, y cosas que, no habiendo podido hacerlas en verano, tampoco debían esperar a Navidad. Sería una pena no tener esa ocasión de resolver asuntos, y lo que deseo es que todo el mundo la tenga. Pero una semana es demasiado: cinco días es suficiente. Algunos padres dicen que no les perjudica tanto la semana en cuestión, si tienen hijos que van atrasados y el parón les sirve para ponerse al día. Yo creo que cinco días no provocaría una desconexión excesiva (para niños ni para maestros), no enconaría a las familias con la sospecha de que algunos docentes han cogido el AVE o el avión a Cancún (temporada baja) mientras ellos se quedan sin tener cómo atender tantas horas a los críos; la buena vida de unos a costa de la mala de otros. Que ya sé que la escuela no es una guardería, pero lo que no se puede pretender es que la estructura conciliativa de toda la sociedad se tenga que adecuar al calendario de clases nada más que porque sí. Pues de sobra sabemos que, rendir, los niños vienen a rendir igual con lo uno que con lo otro. Y si no, que lo midan, ya que tan científicos y tan europeos nos ponemos.
Adolfo Palacios González, para Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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