Una figura
errabunda,
que es silueta
sin concierto
entre horizontes
sin huella,
a la luz de las
estrellas
cabalga por el
desierto.
En inmutable bamboleo,
así va… duna, tras duna,
el solitario Abdelkrín,
bajo una media luna
y en un paraje sin fin.
Un
siroco desmedido
mueve
los granos de arena
en
la noche destemplada,
en
donde aúllan las penas
entre
peñas y quebradas.
Lleva
ya varias jornadas
con
exiguas provisiones,
con
un sueño penitente,
con
espejismo que miente
y
ebrio de oraciones.
Lejano
queda su oasis,
su
jaima, hogar bendito,
las
cabras y dromedarias,
sólo
cercano es el rito
que
lleva en sus plegarias.
Soledad
de soledades
de
un relieve que se va
entre
dudas del camino,
que
es prueba de un destino
que
ahora lo maneja Alá.
Está
ungido por su fe
que
a la Meca lo lleva
en
peregrinar piadoso,
donde
el alma eleva
al
creyente fervoroso.
Es
allá… en la lejanía
que
una luz crepuscular,
tan
tenue como sencilla,
se
agranda cual maravilla…
porque
es diamante solar.
Son
oros del amanecer,
celestiales
esplendores
donde
el albor se atavía,
que
al aumentar sus fulgores
hace
del cielo agonía.
El
astro rey se inflama
y
martiriza senderos,
sin
saber que es equidad,
ya
que enardece su faz
con
los rayos de sus fueros.
El
jinete va sumiso,
su
ropa ya es un sudario
que
aglutina vapores,
el
rostro… puro rosario
empapado
de sudores.
La
bestia que lo transporta
agoniza
por la cruenta
distancia
del recorrido,
dejando
su osamenta
en
arenas del olvido.
Con
el último estertor
de
su trágico fenecer,
él
da la vida al morir…
sangre
roja para beber
y
anhelo para seguir.
No
tiene cabalgadura,
sus
pies ya pisan el suelo
de
las arenas calientes,
así
se agrandan los duelos
de
este tuareg penitente.
Sus
labios van agrietados,
pústulas
tienen sus ojos,
su
cuerpo en extenuación,
pero…
excelso es su arrojo
y
total determinación.
Ha
caído de rodillas,
mas
de rodillas progresa
y
sigue en el avance,
superando
todo lance
para
lograr la promesa.
En
las horas más ardientes
cava
una tumba somera
con
su acerado puñal,
donde
paciente espera
que
el sol sea un ojal.
Para
en horas vespertinas
volver
a seguir la senda
que
ahora no le da favor,
su
decisión y ofrenda
ahora
están con su Creador.
El
sol llega a Poniente
pero
el tuareg no llega,
fue
la muerte quien llegó,
dándole
total entrega
de
que Alá dio bendición.
Si
alguien por casualidad,
a
dos dunas de la Meca,
topa
con un cráneo pulcro,
si
lo respeta no peca…
es
un sagrado sepulcro.
Donde
perdura Abdelkrín,
un
gran tuareg del desierto
y
perseguidor de duelos,
que,
aunque crean que ha muerto…
está
vivo en Los Cielos.
Tinuco
desde Somahoz
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