LA LOTERÍA DE LOS PADRES
A algunos, este artículo no nos sorprende porque podíamos haberlo escrito cualquiera de nosotros, ya que somos muchos los que podemos presumir de haber sido agraciados en este sorteo que hace la vida .
Sirva como homenaje a toda esa generación de padres (especialmente las madres) que sacrificaron sus vidas e ilusiones, en aras de ver progresar a sus hijos:
A algunos, este artículo no nos sorprende porque podíamos haberlo escrito cualquiera de nosotros, ya que somos muchos los que podemos presumir de haber sido agraciados en este sorteo que hace la vida .
Sirva como homenaje a toda esa generación de padres (especialmente las madres) que sacrificaron sus vidas e ilusiones, en aras de ver progresar a sus hijos:
Amí nunca me ha tocado la bonoloto, ni la lotería... a
mí me tocó la lotería de mis padres. No les elegí, ninguno elegimos a
los nuestros, pero para mí, en el reparto, me tocó la lotería... Nunca
fuimos millonarios. En casa se trabajaba mucho, pero ellos nunca se
quejaban. Nosotros íbamos detrás de ellos, y ahora, con una mirada atrás
sabemos que los continuos traslados lo eran para alcanzar un futuro
mejor para nosotros. El humor y los juegos no faltaban. Lo que más les
preocupaba era que nos peleáramos entre nosotros. Todos los días, mi
madre, mientras hacía costura, vigilaba que hiciéramos nuestras tareas.
Se bendecía la mesa, rezábamos como ellos nos habían enseñado, íbamos
el domingo a Misa, de vez en cuando nos recordaban que nos
confesásemos...
En verano visitábamos a la familia. Cuando se pudo, a la
playa, pero lo nuestro no eran hoteles y esas cosas: el futuro nuestro,
pedía ciertos sacrificios en el presente. Les preocupaban mucho
nuestros estudios y al contrario de lo que puede parecer normal, mi
padre se empeñó en que alguno de mis hermanos repitiese un curso para
coger la base necesaria. Luis es hoy ingeniero... Les molestaba mucho
vernos perdiendo el tiempo, y si ellos diferían en alguna opinión lo
hicieron siempre cuando nosotros no estábamos presentes.
No eran perfectos, pero nos querían con toda el alma,
aunque no nos lo dijeran porque no eran amigos de exteriorizar sus
sentimientos; simplemente vivían para nosotros. Luego crecimos, y con el
tiempo nos dimos cuenta, de que aquello que otrora les criticábamos,
era un acierto y tratamos de hacer lo mismo. La relación cambió, pero
ellos se siguieron preocupando de lo nuestro; era suyo, como suyos
éramos nosotros.
Cuando llegó la enfermedad de mi madre, mi padre estuvo
con ella los siete años de calvario, muriendo por dentro mientras ella
se moría físicamente. Creo que un mucho, mi padre se murió aquel día
quince de marzo, aunque siga andando por casa y haciendo mil cosas.
Sí. No me ha tocado la lotería, pero tengo salud y tuve
los mejores padres del mundo. Deseo con todo el corazón que a usted le
haya pasado lo mismo. [Agustín Riveiro, en la Marea, del Diario Montañés]
1 comentario:
En este artículo nos vemos reflejados el 80% de los que nacimos en aquella época, pero me gustaría hacerte partícipe de algunas de las reflexiones que se me ocurren.
En primer lugar, ellos venían de vivir unos tiempos de penurias inimaginables para nuestros hijos hoy en día y casi una vaga imagen para nosotros, sus padres. Ellos sí que vislumbraban una forma de vida mejor, pues veían muy de cerca cómo lo hacían los poquitos universitarios que en las fábricas campaban como reyezuelos medievales. Y no se puede poner en duda que era ese tipo de vida el que deseaban para nosotros.
El problema fue que no pudieron prever las contrapartidas de ese porvenir tan deslumbrador. En nuestra generación no se notaron los efectos del mismo porque habíamos conocido de cerca lo que eran algunas necesidades, pero nuestros hijos han perdido una gran parte de aquellos valores.
Cómo se le puede pedir a un hijo que renuncie a unas botas de marca si ha visto a sus padres cambiar de coche por auténtico capricho o pagar por una cocina varios millones de las antiguas pesetas cuando la existente todavía estaba utilizable.
Tantas facilidades para alcanzar “la gloria” han consolidado prácticas sociales completamente estrafalarias, a saber:
- Necesidad espiritual de cenar fuera todos los sábados
- Vacaciones en Punta Cana
- Despedidas de solteros en capitales de provincias foráneas
- Coche antes de ser fijos en ningún trabajo
- Adoración hacia el triunfador social aunque lo sea de manera ilícita
- Etc.
En fin amigo, cuando le doy vueltas al momento económico y social actual, a veces pienso si no nos ayudará a retomar algunos de aquellos valores que hoy tanto echamos en falta los de nuestra generación.
Publicar un comentario