El Tiempo en Corrales de Buelna,Los

17 junio 2009

¿CÓMO SE LO EXPLICO?

He tenido cuatro hijos y eso, ahora, dicen que es mucho, que es algo así como una manifestación. Nunca imaginé que llegaría un día, un momento, en el que una ingenua pregunta infantil agitaría mis confusiones. La respuesta era complicada. El titubeo y la indecisión me obligaron a deslizarme hacia la improvisación calculada. '¿Javier, qué es un aborto?'. Este simple interrogante fue el examen al que me sometió mi nieta, siete años. Mientras sus ojos se clavaban en mi sorprendido rostro esperando una respuesta, tragué saliva, recuperé el aliento, y puse en acción las cábalas. ¡Cómo se lo digo....! Lógicamente mi intención huía del engaño pero..., es que es tan pequeña. ¿Cómo afronto yo la situación?, me dije. A pesar del millón y medio de dudas, no tuve más remedio que pisar tierra y hablar. - «Mira cariño -dije-, eres muy pequeña para que te líes con los significados de la palabra aborto. Se suele aplicar a distintas circunstancias. Por ejemplo, suponte que estás haciendo un dibujo especial, muy bonito y, de repente, viene un niño malo y te rompe la hoja y el dibujo. Eso quiere decir que abortó, que te destrozó, la obra de arte que estabas haciendo. ¿Lo entiendes?». - ¡Sí!, contestó. «Hay otros ejemplos, -seguí improvisando-. Ahora la palabra 'aborto' se escucha mucho por ahí, sobre todo en la tele. Casi siempre se refiere a las mujeres, más mayores que tú, que ya han sido iluminadas para ser mamás de un niño o de una niña. Algo así como si se las hubiera encendido dentro de su tripita una pequeña lucecita que va creciendo y creciendo y cada vez es más luminosa. Pero cuando estas mujeres no se sienten motivadas ni responsables para ser madres, con dudas y mucha tristeza, deciden acabar con la luz de vida que llevan en la barriguita. Entonces un hombre malo, como el niño que rompe el dibujo, apaga la lucecita de la barriguita. Y todo se vuelve oscuro. Y así los niños no nacen..... ¿Lo entiendes?» - «¡No, no lo entiendo!», me contestó.... - « ¡Pues yo tampoco!», la dije. Y seguimos caminando.   [Fuente: Javier Dysart en El Diario Montañés]

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