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29 mayo 2022

DELIMITACIÓN DEL BARRIO O PRADO GALLEGOS

A la entrada al prado Gallegos, hubo en su momento una verja que se abría para entrar en el prado. Durante mucho tiempo, en la entrada a la finca de Celedonio y Emilia, había un muro en el que estaba sujeta dicha verja. Con el tiempo verja y muro desaparecieron. Si nos adentrábamos en lo que va a ser el lugar donde se construirá el barrio. Hacia el sur, había un amplio número de “praos”, todos delimitados por paredes de piedra. Había dos formas de acceso a los mismos. Uno siguiendo la cambera que, partiendo de la casa de “Minuco”, iba hasta más allá de las casas de Pendio. El otro, se encontraba en la pared situada en las cercanías de lo que va a ser la casa nº 5, perteneciente a Horacio. Aquí había una entrada, que permitía pasar a las distintas fincas y también a Pendio. La pared, se iba extendiendo hacia el Oeste, llegando hasta el río Muriago. Cruzado éste, el muro delimitaba el frente sur de la finca de Pilar “La Viuda” y terminaba en la cambera.
Pues bien, todo este trayecto, al que nos referíamos como la “fila primera”, estaba delimitada al Sur por una pared de piedra, a cuyo lado tenía una cuneta que nos conducía hasta el río Muriago. En invierno, con la lluvia y las crecidas del río, esta cuneta se cubría de agua, ésta no se dirigía hacia el rio Muriago, sino que a través de la cuneta iba en dirección contraria. En esta cuneta y con el agua corriendo, jugábamos a los barcos, hechos mediante un simple palo o láminas de papel. Los soltábamos en la zona más al Oeste, por donde vivía nuestro amigo Raúl, Bringas, Carlos y todos los demás. Se trataba de ver que nuestro “barco” llegara el primero, pero evitando, por todos los medios, que no se adentrara por la alcantarilla que había a la altura de la finca de Celedonio. Hay que tener en cuenta, que la finca de Celedonio, tenía una cuneta que delimitaba con las fincas situadas al Oeste, -ahora en esas fincas están las casas de Rafa y Tori, de Ángel “El Pilaro” y Ana, de Santiago y Esperanza y la de Juan y Paquita, además de la casa de Miguel y Tere - y que la atravesaba de Sur a Norte y que cuando llovía permitía, que las aguas que salían de la finca de Mazarrasa, atravesaran el camino de Pendio y penetrara en la finca. A partir de aquí, siguiendo dicha cuneta, se dirigía al Norte confluyendo con el agua canalizada en la cuneta que venía de la zona Oeste. Bien, nuestro objetivo era que nuestro “barco” llegará el primero, pero que no fuera volcado ni arrastrado por la confluencia de las aguas de las dos cunetas. El agua, a partir de aquí, continuaba en dirección Norte a través de una alcantarilla, formada por tubos de cemento. En muchas ocasiones nuestros “barcos” se adentraban en las profundidades de la alcantarilla. En verano, esa alcantarilla nos servía para demostrar nuestra valentía adentrándonos por ella, agachados y guiados por una vela para ver quién iba más lejos. La verdad es que yo, me quedaba cerca.
Si nos situamos en la zona de entrada a finca de Celedonio, si en vez de continuar hacia el Oeste, giramos hacia el Norte, nos adentramos en una de las calles principales en la que desembocan todas las que existen en el barrio, esta calle recibirá con el tiempo el nombre de Calle General Primo de Rivera. Desde el principio, al final de la calle y a su derecha, había una pared de piedra que separaba el camino de las fincas. La primera que nos encontrábamos, era la alquilada a Angelín Cobo, en la que nosotros procurábamos jugar sin que nos pillara. Esta era una finca que se iniciaba en la zona de la actual casa de José Manuel Arozamena hasta la entrada del barrio y que girando a la derecha nos trasladaba al final de barrio a la casa de Manuel y Sarito. Hacia la altura de la casa de Nel y Pepita, teníamos el arranque de una pared que en dirección Este, delimitaba toda la finca, de forma cuadrangular y que jugó un papel muy importante en nuestros años de juventud por motivos varios. Continuando por la carretera, nos encontrábamos con la finca de la Condesa, separada de la anterior mediante otra pared de piedra que llegaba hasta la carretera general. La finca de La Condesa era llevada en arriendo por Pepe “El Pasiego”. Esta era una finca enorme, llegaba hasta la Carretera Nacional, y hasta la carretera a Lobado y Collado. El río Muriago la atravesaba, pasando por el conocido garaje Maquea. Esta era una finca muy atractiva para nosotros, por el peligro que suponía. Siempre buscábamos entrar en ella sin que “El Pasiego” se diese cuenta. Si sucedía, comenzaban los gritos y el señor corriendo tras nosotros, que saltábamos la pared, adentrándonos por las filas del barrio. Y que no tuviéramos la mala suerte de que jugando en la calle con el balón, se cayese dentro de la finca. Pues, en ocasiones el balón aparecía en cercanías de la pared atravesado por un palo clavado en el suelo. Era un buen aviso, pero siempre estábamos con el toma y daca. También entrabamos en la finca a cogerle alguna “panoja”.
Cuando llegábamos al final de la huerta de Tivo, la pared giraba hacia el Oeste atravesando el río Muriago, y delimitando la finca de Socorro, última casa del barrio, y terminábamos, nuevamente en nuestra “cambera” como así la conocíamos, pero cuyo nombre oficial era la “cambera Gallegos”. Ésta separaba el barrio del monte de Fresneda, monte este que, igualmente, jugó un enorme papel en nuestra infancia. La cambera nos permitía ir un poco más arriba del garaje Maquea en dirección sur, pasando por detrás de la casa de Socorro, hasta llegar a la parte trasera de la casa de Pilar “La Viuda”, aunque continuaba hacia el sur, bordeando el “prao” del Cojo, con el que había que tener cuidado, pues hay que decir, que en muchas ocasiones, nos deslizábamos por su “prao” en cuesta con unos plásticos, dejándole la hierba en condiciones nada fáciles de segar. Además, tenía unos buenos castaños, atractivos en el momento de maduración de las castañas. En esa época era habitual el desplazamiento al “prao” e iniciar la recogida de castañas, todo ello acompañados de los chillidos del “Cojo”. En esos momentos, había que salir corriendo.




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