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19 agosto 2019

CALZADOS QUIJANO

Muchos recordamos el establecimiento de Calzados Quijano. En aquella época éramos muchos a los que nuestras madres no llevaban a comprar los zapatos o a repararlos. Entonces, la capacidad económica no era la de ahora, por tanto había que conseguir hacer que la vida de nuestros zapatos se prolongara lo máximo posible. Es cierto, que en el pueblo había más zapateros, ¿quién no se acuerda del Sr. Boada situado en las proximidades de la parada actual de autobuses; del Sr. Soria que vivía detrás del antiguo Cine Coliseum; de D. Angelín “El Zapa” que todos días venía y se marchaba a Coó, donde vivía, con su moto, para atender a los clientes en la zona cercana al antiguo surtidor; D. Víctor Gutiérrez zapatero de La Aldea, donde ejercía su oficio, en frente de donde vivía la modista Martina. Éste además de ejercer su oficio de zapatero y de reparación de los balones de cuero del “Buelna”, tenía una tienda de calzado que surtía los equipos de baloncesto de La Salle. Es posible que hubiera otro zapatero en la zona donde estaba “La Hojalatera”, en el edificio en que actualmente se encuentra el Banco Santander.
Pero nos centramos en Calzados Quijano que era la única zapatería que existía en la Avenida José María Quijano.
Esta zapatería, fue abierta en esta zona en el año de 1929, por Don Gumersindo Quijano, padre. En concreto estuvo situado en la casa nº 4 de la Avenida, en un local alquilado. El Sr. Gumersindo era un artesano, cuya actividad consistía en alargar la vida del calzado. Con el paso de los años el aumento del trabajo se fue incrementando y el Sr. Gumersindo metió en el negocio a su hijo, que se llamaba como él, pero que todos conocíamos como “Sindo” La zapatería, presentaba dos pequeños escaparates a ambos lados de la puerta de entrada. Ya en el interior del comercio, nos encontrábamos que a mano izquierda había un pequeño mostrador y al frente otro. Creo recordar, que el de la izquierda estaba para la venta de calzado y el mostrador del frente era donde se recibían y se valoraban los zapatos para reparar y donde se entregaban los ya arreglados. Detrás de este mostrador, se accedía a un espacio interior, el taller propiamente dicho, en el que el D. Gumersindo procedía a ejecutar las reparaciones. Allí estaban los zapatos a reparar y los materiales a utilizar. Materiales estos, que actualmente están en el olvido, pero que en su momento eran fundamentales para llevar a cabo su trabajo: martillo, cuchillas, bigornia, lija, tirapié, tijeras, tenaza, punzón, lezna, formón, etc. Una gran variedad de útiles que podrían haber formado un buen museo. También en la zona izquierda, había una escalera que comunicaba con la parte superior que funcionaba como almacén.
El tiempo va pasando. D. Gumersindo se acerca a la jubilación, Sindo, su hijo se casa con su compañera de toda la vida, Dª Elvira. El negocio tiene que introducir cambios para adaptarse a los nuevos tiempos y a las necesidades del pueblo. Así, D. Gumersindo, dio por finalizada su vida laboral y cede el negocio a su hijo Sindo, que además de centrarse en la reparación de zapatos y, siguiendo el camino iniciado por su padre, abre nuevos caminos en el negocio, asumiendo la venta de calzados y la venta de materiales para su conservación: betunes, cordones, plantillas, grasa, etc. Había que consolidar el negocio, pues la familia comienza a crecer. Es cierto que Sindo llevó todo el peso del negocio, pero no se puede olvidar que Dª Elvira, su esposa, era la que estaba al frente del negocio de cara al público. Los años pasan, y se presentan nuevas oportunidades que Sindo no duda en aprovechar. De hecho, se va a producir un cambio importante en la explotación de la “Coperativa”. Ésta había estado desde el primer momento bajo el control de la fábrica de Quijano, pero a principios de 1988, decide prescindir de su gestión y poner su explotación en manos del Supermercado Valdés. En este momento, Sindo decide trasladarse a la “Coperativa” para gestionar en la planta superior la venta de calzado. Esto no significó el abandono de la tienda que había funcionado desde el principio. Ahora había dos frentes de trabajo. Dª Elvira se centró en el supermercado Valdés y Sindo siguió trabajando como zapatero de toda la vida, siguiendo los pasos de su padre.
El negocio siguió hasta que sobre el año 1997, Sindo “El zapatero” llegó a la edad de jubilación, sus hijos tenían otros intereses, y por tanto el negocio cesa su actividad. Pero Sindo no fue sólo un zapatero que nos arreglaba los zapatos, sino que se convirtió durante un tiempo, en la década de los 70, en corresponsal de prensa, con lo cual los acontecimientos que se producían en el pueblo llegaban a los medios de comunicación. No podemos olvidar que el año de 1970 se vio involucrado en el incendio que se produjo en esta zona del pueblo, por una parte desempeñó su trabajo de corresponsal y por otro lado, con la ayuda de los vecinos, consiguió que el incendió no afectará su negocio. Sindo, junto con Lucio “Capelli, Fernández-Cueto, como Paulino Laguillo, Juan Villamuera, Manoly Díaz (lo escribo con “y” porque así firmaba ella sus artículos) y últimamente Nacho Cavia, se involucró en la transmisión de los acontecimientos que se producían en el pueblo. Por otro lado, Sindo no era sólo un simple zapatero y corresponsal, si uno tiene la suerte de ver las fotos que posee la Peña Gedio, apreciamos que en muchos de los acontecimientos que producen se en el pueblo de Somahoz, siempre detectamos la presencia de Sindo.
Todo se terminó en el 2016, pero su recuerdo quedará entre los que le conocimos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Junto a la Hojalatera y haciendo esquina con la carretera de Collado, ( C/. Peñas Arriba) esta la zapatería de Benito