Comprobamos, con resignación, que estamos inmersos en una sociedad en la que, a pesar del tiempo transcurrido, la riqueza se encuentra en manos de unos pocos, (cada día hay más pobreza, además de una mayor diferencia entre el norte y el sur), y en la que hemos deteriorado hasta límites preocupantes el medio ambiente. No hemos sido capaces de erradicar de este mundo la violencia, el hambre, el analfabetismo ni las guerras. Una sociedad en la que nuestra juventud se refugia cada vez más en la droga y en la que debido al estrés y la depresión se está disparando la venta de tranquilizantes y antidepresivos y donde la muerte por aborto y suicidio está superando a la de los accidentes de tráfico y donde hay más asesinatos por cada mil habitantes que en la Edad Media.
Cada día aumenta el desencanto entre los ciudadanos y es perceptible una paulatina pérdida de los valores tradicionales, sin que nuestros representantes políticos sean conscientes de este deterioro, ni sepan poner fin a esta situación, dándonos muestras permanentes de su incapacidad para poner remedio a los males reales de nuestra sociedad.
Surge por lo tanto la pregunta ¿podemos nosotros como ciudadanos hacer algo? Evidentemente sí y sobre todo desde el ámbito de la familia.
Nosotros no tenemos en nuestras manos la solución a los grandes problemas ya que, ciertamente desde nuestra pequeñez, no somos capaces de incidir en las políticas sociales y económicas que puedan acabar con los males citados, pero debemos ser conscientes que sí podemos generar propuestas a nivel individual y colectivo desde nuestro entorno, potenciando el desarrollo de la familia que es la célula principal para hacer posible la solución de los grandes retos. Es aquí donde los hombres y mujeres debemos demostrar nuestra inteligencia y aportar respuestas. Ha llegado el momento de reflexionar y contribuir con soluciones conjuntas alejadas de nuestras inmaduras luchas individualistas, para acordar una forma de vida que de soluciones a los múltiples males que afectan a esta sociedad y que desde el primer eslabón, que no es otro que la familia, estamos obligados a realizar un esfuerzo, para el bien de las generaciones futuras.
Cada día aumenta el desencanto entre los ciudadanos y es perceptible una paulatina pérdida de los valores tradicionales, sin que nuestros representantes políticos sean conscientes de este deterioro, ni sepan poner fin a esta situación, dándonos muestras permanentes de su incapacidad para poner remedio a los males reales de nuestra sociedad.
Surge por lo tanto la pregunta ¿podemos nosotros como ciudadanos hacer algo? Evidentemente sí y sobre todo desde el ámbito de la familia.
Nosotros no tenemos en nuestras manos la solución a los grandes problemas ya que, ciertamente desde nuestra pequeñez, no somos capaces de incidir en las políticas sociales y económicas que puedan acabar con los males citados, pero debemos ser conscientes que sí podemos generar propuestas a nivel individual y colectivo desde nuestro entorno, potenciando el desarrollo de la familia que es la célula principal para hacer posible la solución de los grandes retos. Es aquí donde los hombres y mujeres debemos demostrar nuestra inteligencia y aportar respuestas. Ha llegado el momento de reflexionar y contribuir con soluciones conjuntas alejadas de nuestras inmaduras luchas individualistas, para acordar una forma de vida que de soluciones a los múltiples males que afectan a esta sociedad y que desde el primer eslabón, que no es otro que la familia, estamos obligados a realizar un esfuerzo, para el bien de las generaciones futuras.
José Salas
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