EL CRETINO DE LA CURVA
Ayer por la tarde estuviste a punto de matarme. Cabrón. Un descuido trágico puede tenerlo cualquiera, por supuesto. Pero ése no fue tu caso. Tomaba tranquilamente una curva cerca de mi casa, a poca distancia del puente de piedra y el bar de Marcelino, y apareciste de frente con tu Seat Ibiza negro -creí ver que estaba tuneado, pero no me dio tiempo a confirmarlo-, a más de cien kilómetros por hora en un lugar señalizado para sesenta. Ignoro el motivo de que pisaras la continua. Quizá la música que tal vez llevabas a toda pastilla te ponía caliente, haciéndote perder el sentido de la realidad de las cosas.
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