Por estas fechas suele ser frecuente el criticar las primeras comuniones, alegando que más que verse las iglesias llenas de fieles devotos, se parece más a un desfile de modelos, con una parafernalia de trajes y fotos haciendo de ese día más una meta que no el pistoletazo de salida de una vida de fe.
Hay quienes aprovechan la ocasión para hacer cómplice/partícipe de este despilfarro a la Iglesia alegando que, para poder seguir arguyendo que hay una gran parte de la población católica, acepta sin poner ningún reparo el que muchas familias, incluso no creyentes, utilicen este sacramento de la eucaristía para vestir a los hijos de almirantes o princesitas, con el consiguiente e innecesario despilfarro.
La Iglesia, con muy buen criterio, ha aumentado el número de años de la catequesis para, por un lado llenar de contenido el vacío religioso imperante, así como para desanimar a aquellos que no sientan verdaderamente este sacramento. Pero me gustaría ver el revuelo que se suscitaría por parte de los que ahora protestan esta actitud de la Iglesia, si a esta se le ocurriera rechazar a uno sólo de estos niños.
Lo que también es cierto es que el modelo de familia existente, hace que los padres deleguen en la Iglesia, el Estado (colegios, guarderías, geriátricos …), abuelos e incluso hasta en la chica de servicio las obligaciones que siempre tuvieron y defendieron nuestras madres y abuelas.
Hoy en día, la familia, que antaño fue la célula fundamental de la sociedad, está formada muchas veces por padres separados, que en muchos casos han vuelto a formar una nueva familia, que unido a que ambos miembros trabajan, no tengan tiempo para atender las necesidades de los verdaderamente más necesitados (niños y ancianos), haciendo que proliferen no sólo gran numero de residencias geriátricas (como ahora se llama a los asilos), sino de guarderías y actividades extraescolares que retrasen la vuelta del niño del colegio, porque sus padres no pueden hacerse cargo de él.
Lejos de tratar de poner remedio a esta forma de vida que deja indefensos a los más débiles, lo más sencillo es criticar la labor del Estado o de la Iglesia, evitando reflexionar sobre las verdaderas causas, por el temor a que estas parezcan involucionistas y/o poco progresistas, aún a costa de abandonar las obligaciones familiares que protejan a los realmente más indefensos.
A. José Salas para Cartas al Director del Diario Montañés