Hay varios factores que perjudican tu capacidad para apreciar lo que haces y valorar lo que eres. El más importante de ellos es el de haber crecido en medio de un entorno familiar en donde el amor propio de sus miembros también era escaso. Los padres con una pobre idea de sí mismos, generalmente transmiten la misma creeencia a sus hijos.
La falta de amor propio en la crianza se manifiesta como maltrato, distancia emocional y/o física, crítica excesiva, descalificación o indiferencia. No hay reconocimiento del valor personal del niño. Sin darse cuenta, el pequeño aprende que sus sentimientos y necesidades no tienen mayor importancia para los seres que sí son los más importantes para él.
Esta situación hace que se desencadenen una serie de acontecimientos asociados. Quien tiene poco amor propio está más expuesto a los abusos fuera del hogar: no sabe cómo defenderse y no está seguro de que tenga el derecho a hacerlo. También suele tener un nivel menos adecuado de desempeño en sus labores. Se distrae con mayor facilidad y le teme al triunfo.
En la vida adulta, muchos siguen cultivando hábitos para sobrellevar su falta de amor propio. Son una especie distractores o escudos emocionales. Costumbres que buscan reafirmar su idea de que poco valen. Así levantan una muralla de defensa contra su propia vulnerabilidad. Ninguno de estos hábitos ayuda. Enseguida te advertimos cuáles son algunos de ellos.
Descalificarte
Cuando eres tú quien habla mal de sí mismo, no te estás haciendo ningún favor. No es señal de humildad, ni de reconocimiento de tus errores. Es un mecanismo que revela una suerte de autosugestión. Estás atrapado en esos mensajes que te descalificaron y ahora los usas para no olvidar que, aparentemente, no tienes derecho de mirarte de otra forma.
Dar crédito absoluto a lo que otros dicen
Puedes sentir que los demás “saben más”, o “entienden mejor”, o “tienen más autoridad” para decir o hacer. Muchas veces no te detienes a evaluar si lo que dicen o hacen es correcto o cierto; simplemente te basta con que sean ellos los que digan o hagan.
Si te detienes un poco a pensar, puede que descubras que no es así. Trata siempre de conectarte con tu verdadera percepción y dale valor a lo que encuentres.
Victimizarte
Es posible que, ante las dificultades, tu respuesta sea la de sentir lástima de ti mismo. Te percibes como un niño impotente que debe resignarse a las situaciones negativas, sin poder hacer nada al respecto. No has descubierto que cuentas con recursos para enfrentar situaciones adversas. Que lo importante no es lo malo que ocurre, sino cómo lo recibimos y qué curso le damos.
Si dejaras de lamentarte por ti mismo y te dedicaras a pensar en soluciones, descubrirías que incluso los peores momentos son también grandes oportunidades.
Exigirte más de la cuenta
Quien tiene poco amor propio tiende a ver la vida en términos de modelos ideales. Le cuesta proponerse objetivos modestos y valorar los logros obtenidos. Siempre está pensando que debe alcanzar más y que lo conseguido, tal vez no es importante. Es una trampa inconsciente para quedar siempre en deuda contigo mismo.
¿Cómo vas a llegar a apreciarte, si no eres capaz de aplaudirte cuando avanzas? No tengas miedo de felicitarte por cada paso que des. Las grandes metas están construidas con pequeños eslabones.
Fuente: lamenteesmaravillosa
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