Hace tiempo que en las ciudades apareció la incómoda figura del ciclista, para compartir un espacio que antes era patrimonio exclusivo de los vehículos a motor y de los peatones. Lo grave del problema es que ninguno de ellos ha recibido de buen grado la intromisión en sus respectivos hábitats de este intruso, considerándolo como una ofensa a sus independencias urbanas.
Debe ser extremadamente duro para ambos reconocer que alguien, yendo por el carril bici respetando, la mayoría de las veces, las reglas de circulación cuando van por la calzada o, adaptando la velocidad de circulación a la densidad de los peatones, cuando circulan por la acera, hayan sido capaces de encontrar inteligentemente un medio de locomoción barato, intermedio al de ambos, que los permite una gran agilidad y versatilidad a la hora de circular por ciudad. Si a todo esto añadimos que los adeptos a este medio de transporte, además de hacer un sano ejercicio físico respetan el medio ambiente, la ofensa para los peatones y conductores alcanza, en muchos casos, la dimensión de agravio personal, al dejar en evidencia a ambos.
Todavía albergo la esperanza de ver reconciliadas estas tres formas de desplazamiento, ya que entiendo pueden ser perfectamente compatibles y alternativas, pudiendo ir andando en los desplazamientos cortos, utilizar la bicicleta en los intermedios y usar los servicios públicos o el coche en las largas distancias, dejando así a nuestros descendientes unas ciudades menos contaminadas y más cívicas.
A. José Salas, en Cartas al Director, del Diario Montañés.