Es fácil creerse bueno mientras todo va según lo acostumbrado y no hay conflicto de intereses. Decía Charles Chaplín, refiriéndose al hambre de su infancia, que “valorar la moral de aquellas familias por los criterios habituales sería como meter un termómetro en agua hirviendo”. Siempre se puede pedir algo más de bondad, es cierto, siempre habrá, por ejemplo, héroes que estén dispuestos a dar más aun siendo miembros de su comunidad. Pero es difícil convencer al cuco de que está explotando a otros pájaros. El no hacer nido. Con la inmigración irregular y los huidos de la persecución, el cuco somos nosotros. ¿Y quiénes somos “nosotros?, se preguntaba Huntington y Azurmendi, en sendos libros. Eso que le pasaba a los londinenses de clase baja, nos pasa en realidad a todas las sociedades, todas tenemos miserias que conjurar, egoísmos que considerar legítimos. La amabilidad, la solidaridad que enseñamos en las escuelas, en el fondo es endogámica, de consumo interno, se basa en un “contrato social” sustentado por la conveniencia de cada uno, por la expectativa de un retorno razonable. Se nos podrá pedir algo más con los extranjeros pobres (no de otro color ni con otros valores, el problema es sobre todo que son pobres);pero es que en esto, como no se apele a algo tipo moral cristiana, no hay una instancia superior a que apelar, desde la que juzgar. “Nosotros” somos …. los que somos juez y parte.
Adolfp Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés
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