Es inevitable que en un trayecto por el que pasa infinidad de personas, no haya alguien que intente aprovecharse de las mismas. Al comienzo de nuestra marcha, en un cruce de caminos, estaba una patrulla de la Guardia Civil, avisando a los caminantes de la posible presencia de unas rumanas que intentaban abusar de la buena voluntad de los peregrinos. Son difícilmente detectables, porque las cogen en un coche, las dejan en un tramo y en cuanto sospechan que su presencia haya podido ser localizada, las recogen y las llevan a otro lugar y así sucesivamente. En uno de los intervalos coincidimos con ellas y el modus operandi es que vienen en equipos de 4 o 6 con unos papeles para que firmes para alguna causa, momento que aprovechan para robar al descuido o mediante intimidación (algunas son corpulentas) a los pocos ingenuos que puedan quedar. También las vimos en el propio Santiago, con el mismo sistema.
Otra de las cosas que me llamó la atención es que en los mojones que indican la dirección a seguir, en los que figura una concha, una línea indicativa del sentido de la marcha y una placa que facilita la distancia que queda hasta Santiago, destino final de la peregrinación. Pues las placas que marcan la distancia han desaparecido en su mayoría, por lo que debieran ser sustituidas, utilizando algún sistema que impida el que puedan ser extraídas.
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