Se ha querido mejorar la travesía de la Viña dándola un toque sobrio a la vez que modernista y, aunque ha mejorado su aspecto, colocando incluso un par de bancos que rompen la monotonía, no se ha acertado en su iluminación.
Si la contaminación lumínica se produce cuando las luces artificiales que vemos en las calles, avenidas, aceras, parques y demás, envían la luz hacia arriba o hacia los espacios de su alrededor y no hacia el suelo, iluminando el cielo en lugar de la calle, la recientemente inaugurada en calle La Viña se ha convertido en un foco de contaminación, tal como podemos deducir.
El disponer los puntos de luz a poco más de medio metro de altura del suelo, incumple las más elementales normas que tratan de evitar la citada contaminación. A esto debemos añadir que al estar tan bajas, consiguen un menor potencial lumínico, por lo que son necesarios más puntos de luz, con el consiguiente incremento del gasto. Y sobre todo, que además hacen daño a la vista al incidir directamente en la cara de los peatones.
Otro capítulo aparte es que cualquier desaprensivo, con suma comodidad, al no tener que disponer ni si quiera de una escalera, con un simple destornillador puede desmontar la carcasa de la parte superior y hacerse con facilidad con las bombillas, por lo que añadimos un nuevo inconveniente a esta situación, que nunca debió de producirse y que ojalá se subsane pronto.
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