Hace tiempo que no se oye hablar de "pijos". Ello me alarma un tanto, porque los pijos existen, y son un sector pernicioso; deberían al menos ser identificados. La última noticia, fue quizá el estudio que hizo Karine Tinat, a principios de este siglo, en Madrid. Si algún día la humanidad se extingue por exceso de químicos o de basura, mis últimos pensamientos seguramente serán para ellos. Por su indiferencia programada, su naturaleza refractaria a todo lo que huela a problema y a compromiso. Su colaboracionismo, sus omisiones, tendrán parte de culpa si el mundo se viene abajo. Fijos en el carril de un esteticismo y un consumismo que se negarán, pese a todo, a perder el brillo... He visto a llamar pijo, en boca de algún chico pobre, a alguien que simplemente puede permitirse irse de vacaciones de vez en cuando; asignación inapropiada en ese caso, pero es cierto que la pijería lleva una complejidad mayor que el tener cierto dinero; su campo de influencia abarca a quien tampoco tiene tanto. Y es que precisamente en la obsesión de la apariencia, y de la apariencia ante sí mismo, está el "pathos" de esa pose frívola, de usar y tirar, ese "way of life" cuyo estudio creo que puede remontarse a la teoría de la clase ociosa de Veblen (1899). La actitud pija, que tan bien viene a los publicistas y vendedores. Y tan mal a la solidaridad, y al planeta.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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