Con cierta frecuencia suelen aparecer cartas en la prensa que atacan sin piedad y con insistencia a los ciclistas urbanos, respetuosos con el medio ambiente, y a la disposición del carril bici, mostrándose intransigentes a la hora de que compartan cívicamente un espacio común con los peatones. El tema parece más de fijación o trauma personal que de problemática real donde además, debido a la precaución de ambos (salvo raras excepciones), las incidencias son mínimas y estas, en caso de ocurrir, se saldarán con ligeras contusiones. Justo al lado del carril bici y de las aceras discurren infinidad de vehículos a motor que esos sí que matan cada año de forma directa, por atropello, a miles de personas y, de forma indirecta, generando múltiples enfermedades de tipo cancerígeno, que no merecen ni una línea en la prensa por parte de estos airados ciudadanos. Está visto que mientras algunos las pequeñas no las ven y las grandes se les escapan, otros han llegado a la conclusión de que posiblemente, un mal menor, como pudiera ser el ciclista, esté evitando un mal mayor, haciéndonos el gran favor de utilizar un vehículo no contaminante, en vez de un vehículo a motor.
