La vocación de ser madres, cuando la hay, se manifiesta en las mujeres de modo desigual, con matices, y en momentos diferentes. No debería haber presión al respecto. En algunos lugares las mujeres aún sólo tienen en la vida el papel de madres, lo que pude ocasionar exceso de hijos. Y debemos pensar hasta qué punto eso se dio en nuestro país hasta hace poco. Pero la reivindicación también debería alcanzar a lo contrario: mujeres que no pueden ser madres por falta de dinero y falta de estructuras, y niños que son abortados por este mismo motivo, o porque no se les ofrece la ocasión de ser acogidos en un hogar que sí pueda y quiera criarlos. Al hablar de tener o no tener hijos no sólo debe primar el discurso de la libertad y la carrera, sino el de la vida, la realización a través de la crianza, la dependencia mutua y la continuación de la sociedad, valores que pueden ser asumidos por quien crea en ellos, sin ponerlos obligatorios, aunque no suenen tanto en las agendas.
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