Una tarde de 2007, David N. April, un funcionario de Filadelfia (EE UU) de 42 años, recién divorciado y con la moral por los suelos, salió a trotar por su barrio, Fishtown. Empezó sin ganas, pero al acabar se sintió bien. Repitió. Una tarde le pidió a su amigo Eric que le acompañara y se sintió aún mejor. En una de esas, Eric le contó que un profesor español -Manuel Castillo de la Universidad de Granada-, había publicado una investigación sobre los efectos beneficiosos del agua, los minerales y las vitaminas de la cerveza tras el entrenamiento y decidieron contribuir al progreso de la ciencia rematando la carrera en un bar.
Sudorosos y rebosantes de endorfinas probaron la hipótesis empíricamente y con enorme placer: después de correr, una caña es lo más.
Entusiasmado, David fundó el Fishtown Beer Runners Club, que pronto sumó a cientos de miembros. Se propuso metas cada vez más ambiciosas hasta culminar un maratón, y después otro y otro. Pero sobre todo inyectó al club un espíritu de comunidad: en las quedadas de los jueves en el portal de su casa, todo el mundo es aceptado. Nadie mira las marcas personales de los demás. Algunos caminan, se mueven en silla de ruedas o van directos al bar sin sudar la camiseta. «No hacemos preguntas», es su lema.
Castillo está orgulloso de haber contribuido a poner las bases de un movimiento que combina salud y sociabilidad. Corriendo juntos, los 'beer runners' -ya son decenas de miles en ciudades de todo el mundo- vencen la pereza, conocen nuevas rutas y hacen amigos.
Sudorosos y rebosantes de endorfinas probaron la hipótesis empíricamente y con enorme placer: después de correr, una caña es lo más.
Entusiasmado, David fundó el Fishtown Beer Runners Club, que pronto sumó a cientos de miembros. Se propuso metas cada vez más ambiciosas hasta culminar un maratón, y después otro y otro. Pero sobre todo inyectó al club un espíritu de comunidad: en las quedadas de los jueves en el portal de su casa, todo el mundo es aceptado. Nadie mira las marcas personales de los demás. Algunos caminan, se mueven en silla de ruedas o van directos al bar sin sudar la camiseta. «No hacemos preguntas», es su lema.
Castillo está orgulloso de haber contribuido a poner las bases de un movimiento que combina salud y sociabilidad. Corriendo juntos, los 'beer runners' -ya son decenas de miles en ciudades de todo el mundo- vencen la pereza, conocen nuevas rutas y hacen amigos.
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