El Tiempo en Corrales de Buelna,Los

21 abril 2025

LA TELE Y LA INFANCIA

Cuando mis padres compraron una televisión, tenía yo siete años. Antes de eso, algunos días íbamos a ver la televisión a casa de Miguel Caño, el maestro nacional, que vivía en las casas de los maestros que estaban detrás del instituto de la Pontanilla, ahora Policía Local.
Hoy día se habla de la influencia de los móviles en los niños, de que éstos y sus familias abusan del móvil; se han hecho estudios sobre los efectos de las pantallas en la infancia, hace tiempo que se vienen publicando libros al respecto y supongo que las escuelas informan al respecto a las familias en las reuniones que tienen con ellas. No recuerdo que en los años de mi infancia se hablase de los efectos –perjudiciales o no- de la televisión en los niños; sí que es verdad que más tarde, en los años noventa, se decía que la tele no se debía usar como “niñera”, y se comparaba a la tele con “el chupete”, para que el niño estuviera callado y quieto. En 1964 Marshall McLuhan había publicado “La comprensión de los medios como las extensiones del hombre”; después, en 1992, Roger Silverstone y Eric Hirsch (editores) había publicado “Los efectos de la nueva comunicación”, y con el cambio de siglo, en España, Pepe Rodríguez publicó “Qué hacemos mal con nuestros hijos”, con un capítulo sobre la televisión, “el enemigo en casa”. Pero no he conocido ninguna inquietud por cómo influyó la presencia de la televisión en los ambientes familiares de la España de los años 60-70, ni por cómo influyó en la forma de ser de los niños que empezaron a criarse con la tele, ni por si hubo un periodo intermedio –y cuánto duró- entre la antigua familia más o menos extensa (donde solían convivir tres generaciones, junto con los vecinos, y donde el ambiente familiar estaba controlado por los más mayores) y el nuevo statu quo donde la nueva familia, la familia nuclear –luego presentada por paradigmática por algunos- pasó a ser una familia televidente, al menos a la hora de la cena y de tener a los críos entretenidos, cuando volvían de sus correrías por las calles, aquellas calles, y entornos, aún jugables y escenario de aventuras.
Mi abuelos, que no tenían frigorífico, ni teléfono, ni ducha ni calefacción (y sin embargo se sentían vivir “como señores”, en aquella casa bien pintada que habían edificado con esfuerzo tras la posguerra), se resistieron a comprar televisor. Solo en los últimos años aceptaron tener en la cocina un pequeño receptor que mi padre les llevó, y que luego, supongo, alivió la soledad de mi abuela cuando se quedó viuda.
¿Tenéis algo que decir al respecto? ¿Cuándo adquirió vuestra familia una televisión? ¿Tenéis algún recuerdo de cómo era la vida de vuestra familia antes de la tele? ¿Tenéis alguna experiencia sobre la influencia de la televisión en las situaciones sociales y en la personalidad de los niños? ¿Creéis que el asunto es comparable al de ahora con los móviles y los niños? ¿Cómo usa la juventud ahora la televisión, si es que la usa?
Adolfo Palacios.

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