Corren tiempos preelectorales y los partidos políticos se posicionan para tales eventos. A falta de hechos que prueben contundentemente sus propuestas, se dedican a desacreditar lo realizado por sus oponentes.
El expresidente Aznar, en unas desafortunadas declaraciones, ha dejado en evidencia las realizaciones materializadas en Cantabria, por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Suponemos que trata de arrimar el ascua a su sardina, pero los expresidentes ya tuvieron la oportunidad de hablar con hechos y pienso que ahora están mejor callados. Acostumbran los exgobernantes a opinar de los partidos contrarios y no es solamente Aznar el que lo hace ya que Felipe Gonzáles y el pintoresco Guerra, no desaprovechan la oportunidad de desacreditar a sus oponentes. Son frecuentes, por estas fechas próximas a las elecciones, las innumerables alusiones al régimen franquista. No se que habría sido de los socialistas si no hubiese existido Franco, porque parecen los principales admiradores del general, a juzgar por sus continuas alusiones. Hay quienes pensamos que se trata de una cortina de humo que trata de tapar la falta de propuestas políticas con algún contenido político digno de ser tenido en cuenta. A falta pues de evidencias mayores, recurren a la figura de Franco, al que “resucitan” cada vez que hay elecciones, para sobresaltar a los ciudadanos con la posible vuelta de la dictadura, con el fin de obtener votos que les proporcionen la continuidad en el poder.
El panorama político cantabro lo completa un tercer partido, minoritario y presidencialista, que sobrevive gracias a la necesidad de los mayoritarios de tener que pactar con un tercero para gobernar. En su trayectoria política ha demostrado no tener escrúpulos en llegar a acuerdos con cualquiera, con tal de obtener una parcela política, que por sus propios méritos y votos nunca obtendría.
Mientras tanto los ciudadanos permanecemos perplejos viendo este despliegue de despropósitos políticos, dudando que merezcamos la desgracia de tener que soportar las impertinencias, desplantes, insultos, descalificaciones e incompetencia de unos u otros. Sinceramente es duro reconocer que tenemos lo que nos merecemos.
El expresidente Aznar, en unas desafortunadas declaraciones, ha dejado en evidencia las realizaciones materializadas en Cantabria, por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Suponemos que trata de arrimar el ascua a su sardina, pero los expresidentes ya tuvieron la oportunidad de hablar con hechos y pienso que ahora están mejor callados. Acostumbran los exgobernantes a opinar de los partidos contrarios y no es solamente Aznar el que lo hace ya que Felipe Gonzáles y el pintoresco Guerra, no desaprovechan la oportunidad de desacreditar a sus oponentes. Son frecuentes, por estas fechas próximas a las elecciones, las innumerables alusiones al régimen franquista. No se que habría sido de los socialistas si no hubiese existido Franco, porque parecen los principales admiradores del general, a juzgar por sus continuas alusiones. Hay quienes pensamos que se trata de una cortina de humo que trata de tapar la falta de propuestas políticas con algún contenido político digno de ser tenido en cuenta. A falta pues de evidencias mayores, recurren a la figura de Franco, al que “resucitan” cada vez que hay elecciones, para sobresaltar a los ciudadanos con la posible vuelta de la dictadura, con el fin de obtener votos que les proporcionen la continuidad en el poder.
El panorama político cantabro lo completa un tercer partido, minoritario y presidencialista, que sobrevive gracias a la necesidad de los mayoritarios de tener que pactar con un tercero para gobernar. En su trayectoria política ha demostrado no tener escrúpulos en llegar a acuerdos con cualquiera, con tal de obtener una parcela política, que por sus propios méritos y votos nunca obtendría.
Mientras tanto los ciudadanos permanecemos perplejos viendo este despliegue de despropósitos políticos, dudando que merezcamos la desgracia de tener que soportar las impertinencias, desplantes, insultos, descalificaciones e incompetencia de unos u otros. Sinceramente es duro reconocer que tenemos lo que nos merecemos.
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