En política son posibles los consensos siempre que, producto de ellos, obtengan sustanciosos privilegios las castas políticas dominantes.
Uno de los consensos suele darse cuando nuestros políticos, de mutuo acuerdo, deciden subirse el sueldo.
También hay consenso en lo referente a las jubilaciones de sus señorías.
El último gran consenso ha sido el continuar con la actual Ley Electoral, que otorga privilegios a los grandes partidos y los nacionalistas, penalizando a los pequeños.
A partir de aquí a los dos grandes les resulta más provechoso ir cada uno por su lado, argumentando posturas distintas, tendentes a congraciarse cada uno con una de las dos Españas, a las que a ambos los interesa que existan y que fomentan recurriendo al pasado si es necesario, con lo que se garantizan los votos suficientes para seguir en el poder, o como mínimo ser oposición, que tampoco está mal.
De ahí que siempre después de las elecciones, ambos partidos se declaren satisfechos con el resultado. Luego se busca un partido bisagra, al precio que sea, y aquí paz y después gloria.
A quien le tocó ser segundo sabe que, con el desgaste que supone ser el primero, tiene garantizado prácticamente ser el ganador de las próximas o las siguientes elecciones, sin que cuando acceda al poder se vea obligado a derogar aquellas leyes que reprobó cuando estaba en la oposición, dando por bueno lo que hizo el otro.
A esto lo incorporamos unas autonomías que hacen la guerra cada una por su cuenta, lo añadimos un poco de fútbol y telebasura, para tener al pueblo entretenido, y colorín colorado, ya tenemos la 'democracia perfecta' que hemos creado ... y que nos merecemos.
Fuente: José Salas en El Diario Montañés
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