Cuando tenemos claros los principios, por ejemplo que la persona lo es desde la concepción en el seno materno, podemos pensar que ese es un valor objetivo, que se nos impone por sí, que no es convencional arbitrario, socialmente construido ni decidible por los políticos de turno ni por una sociedad en evolución. De hecho es así como se nos aparecen muchos valores, como algo sobre lo cual no está en nuestra mano decidir. Pero eo que así se perciban, no debe llevarnos a la confusión de creer que los valores existen por sí: si bien en el día a día son vividos como objetivos (como sagrados incluso), son convencionales. La prueba es que cambian con el tiempo y los lugares. Afirmar otra cosa es querer imponer la propia visión. Una sociedad moderna, con unos políticos que se precien, debe afrontar las cuestiones axiológicas y ontológicas desde la tensión que hay entre regirse por lo aparentemente objetivo y saber que en el fondo somos nosotros, solos, quienes definimos. La argumentación, el análisis, el debate y la responsabilidad en último término, son las coordenadas a las que estamos condenados. Se requiere madurez, que hoy día no es lo que era antes.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés
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