La docencia en los institutos se ha convertido en una profesión de riesgo. Soportamos que determinados alumnos (no todos por supuesto) envíen anónimos de amenaza a nuestros correos; escriban en nuestros enseres insultos (como ‘zorra’ en la bata de trabajo); nos graben en clase sin nuestro consentimiento y lo suban a las redes; profieren, con inaudita ligereza, continuas faltas de respeto hacia el profesorado y sus propios compañeros …. Soportamos ‘reprimendas’ de algunas familias que cuestionan con total libertad y desconocimiento de nuestra profesionalidad; que nos indican cómo tenemos que impartir las asignaturas; que muestran total descrédito cuando les informamos del nefasto e improcedente comportamiento de sus vástagos y de su lenguaje descarado, insolente y soez, impropio de una buena educación. Pero poco se puede hacer. Los mecanismos para sancionar y defendernos no son efectivos y se dilatan en el tiempo. La adolescencia se educa y la educación comienza en casa. Inculquen a sus hijos buenos modales, espíritu de superación e inclinación al estudio. Apoyemos a los profesores que son víctimas de esta bochornosa realidad; reivindiquemos personal de seguridad y sistemas de vigilancia en los centros; y aboguemos por el respeto que también es cultura.
Rosa García Montes en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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