La Maya ya preside la plaza de Santiago Apóstol en el pequeño pueblo de Silió, un año en el que la emoción por la rotura de uno de los cordeles con los que se levantan los troncos unidos marcó el tramo final del izado, este año más tradicional que nunca. Un aplauso de alivio y felicitación puso final a una Maya que fue el mejor ejemplo de la unión y decisión de los vecinos de Silió. Al romperse el cordel, en el peor momento del izado, con la Maya con una inclinación de 45 grados, había que pensar qué hacer, pero no hubo dudas, se solventó el problema y se logró poner en pie el monumental roble (en realidad dos, unidos en los últimos días) de más de 30 metros y dos toneladas de peso. Una tradición mantenida por los jóvenes del pueblo, conjurados, contra viento y marea, para levantar a pulso la gran Maya, soportando el peso más que nunca de una milenaria tradición, como lo hacen con la otra fiesta que protagonizan cada año, La Vijanera. Y con una estela detrás, muy próxima, la de los niños, tirando hoy de las cuerdas, aprendiendo para cuando les toque tirar de brazos.
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