En el barrio de Sovilla, cerca de Santo Domingo, nació y vivió Francisco Fernández García, conocido en toda la provincia por Quico Galuza.
Dicen de este superhombre que cuando era pequeño le mandó su madre a llevar una gallina de raza andaluza para que diera caldo a un anciano enfermo y llegando a la casa dijo: ‘Aquí traigo la gallina Galuza’. Desde pequeño destacó por sus travesuras y su forma un poco exagerada de contar las cosas, su gran corazón y gracia, siempre rodeado de amigos, porque era y fue amigo de todos, con su amplia sonrisa dibujada en la boca.
Por los años sesenta le dio por el cante y con el difunto Teo por socio y representante, fueron por esos pueblos de Dios en compañía de los que mejor cantaban por estos alrededores: Pacheco el de Viérnoles, el Chaval de Cóo y Cianín de San Felices. Cantaban de todo, montañesas, asturianas, jotas, por Molina, Farina, Valderrama y con bastante éxito, pero dado el carácter abierto de los socios, se liaban de juerga y acababan teniendo que poner dinero de sus bolsillos.
Su relación con los bolos no le vino de sola, porque ya la pobre pícara el día de la boda le tuvo que esperar más de una hora vestida en el altar mientras el bueno de Quico, Manolo El Moro, que era el padrino, y todos los amigos terminaban una partida de bolos comenzada en día anterior. Además en la bolera de Facio, en Rivero, dejó escrita quizás su página bolística más brillante como jugador al birlar dos seguidas de seis cuando hacía falta.
Pero si hay un paisaje al que irá asociado indisolublemente su figura, ese es sin duda el de las antiguas escuelas de Sovilla, en las que de niño aprendió las cuatro reglas. En las ruinas de estas escuelas, bombardeadas por la aviación en el 36, se construyó al principio de la transición la bolera de la Peña Bolística Pero Niño con el esfuerzo y dedicación de un numeroso grupo de amigos del barrio de Sovilla y algunos de Llano que no me atrevo a nombrar por no hacer el feo de dejar en el tintero a alguno. Poco a poco y como sin querer, Quico se fue metiendo en ella, se fue metiendo, y se fue haciendo, sin pretenderlo, imprescindible. Al jubilarse de Quijano, en el 85, se hizo cargo de ella ya con todas las consecuencias.
Y para qué vamos a hablar de lo que ha sido público y notorio durante años: Presidente, secretario, tesorero, camarero, albañil, portero, cocinero, hortelano de lechugas y tomates que sembraba en la orilla del tiro. Desde sorrapearla entera, nivelarla, mezclar y cribar la arena después de traerla de un montón de sitios, pintarla, blanquearla. ¿Qué es lo que no hizo Quico, casi siempre más solo que la una, por esa bolera? Cuantos convites a los de fuera y cuando íbamos fuera a jugar y perdíamos los invitaba a comer, incluso a los jugadores para que no se desanimaran. Cuántos concursos sociales, Regionales, ligas de Segunda y Tercera, partidos de Copa, amistosos, campeonatos de Primera, cuántas alegrías, juergas y algún que otro pequeño disgusto pasajero, pues en esta vida Quico supo dar pecho a lo malo y sacar el ‘carroalante’ en sus años de bien hacer, administrar, dirigir y trabajar.
VA POR ÉL
Ya dejó Quico Galuza
La bolera Pero Niño.
A ver quien la cuida ahora
con tanto amor y cariño.
Dice el porqué de dejarla:
no es para vivir mejor,
que es la artrosis y los años,
que no perdonan ni a Dios.
Y solamente Quico
nos pide este favor:
‘El día que yo me muera,
cuando me llevan a Llano
pare el cura en la bolera
y me recéis como hermanos’
Demetrio González-Linares (Publicado en la Semana del Libro del año2003)
NOTA: Sirva como homenaje a Francisco (Quico Galuza) y a Demetrio (Triuco), fallecidos en 2004 y 2016 respectivamente.
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