Trabajar como voluntario te lleva a dar tu tiempo a personas que han tenido menos oportunidades que tú, tratando simplemente de hacer un mundo mejor, sin esperar nada a cambio.
Varios son los caminos que conducen a este voluntariado. Unos provienen de haber salido victoriosos de alguna dura experiencia y que, tras haberla superado, se han propuesto ayudar a aquellos que están llevando a cabo una lucha similar a la que mantuvieron ellos. A otros los mueven intenciones morales o religiosas. A algunos, como es mi caso, el buscar alguna actividad social que llene el espacio que anteriormente tuvo el trabajo, tratando de demostrar que un jubilado no es un estorbo y puede seguir ocupando un lugar activo en la sociedad.
Sea cual sea el camino, lo cierto es que en esta asociación he encontrado una organización y un grupo de voluntarios con una actitud abierta, que aportan trabajo en equipo, responsabilidad, solidaridad, compromiso, empatía, cooperación y generosidad, que me han acrecentado como persona.
En definitiva, es una experiencia enriquecedora donde está garantizado que además, al final, se recibe más de lo que se aporta. Porque, como dice el famoso proverbio: Si quieres ser feliz por una hora, échate una siesta. Si quieres un día de felicidad vete a pescar. Si quieres ser feliz por una semana, haz un viaje. Si quieres ser feliz por un mes, lee un libro. Si quieres ser feliz un año, cásate. Y finalmente, si quieres ser feliz toda la vida ayuda a los demás.
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