Antiguamente, se atribuía excesiva autoridad a lo que estaba escrito. Tal vez como reacción, he visto a veces mofarse de la confianza que se suele depositar en la letra impresa; pues se dice que, al fin y al cabo, no añade nada a lo simplemente hablado. Pero creo que tal autoridad no es del todo injustificada: los textos tienen autor, que ha de responder por ellos (por ello se documentará mejor antes de darlo al público), mientras que las palabras habladas son un poco como tirar la piedra y esconder la mano... Los textos, se pueden comparar unos con otros, están sujetos a competencia. Y han de soportar el paso del tiempo. Y está la posibilidad, que la escritura ofrece, de borrar, repensar y reescribir. Cierto que igualmente pueden escribirse tonterías, y que el haber leído mucho, como el saber hacer música, no garantiza nada en lo moral (Hitler leyó mucho, y escribió un libro), pero está bien que la gente tenga soltura con la lectura, aunque ésta sea de autoedición, y con la escritura también, para entender más y poder expresar más, y mejor.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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