Han vivido más que el resto pero su experiencia pocas veces se tiene en cuenta y además de su invisibilidad, algunos mayores son víctimas de su propios cuidadores y familiares, que les sobremedican, abandonan, les obligan contra su voluntad a ingresar en residencias o modifican su testamento.
La situación de dependencia que caracteriza a la tercera edad permite que el agresor cometa su maltrato no alimentándole ni socorriéndole, situándole como blanco de insultos o propinándole golpes, empujones o encierros.
En la tercera parte de los casos, el hogar es el escenario de estas agresiones mientras que el resto tiene lugar en las residencias, según explica la profesora de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz, María Acale, que ha estudiado una realidad que rara vez se aborda y que forma parte de esa cifra negra de criminalidad que no acaba en denuncia.
«Es difícil que estas personas den el paso de interponer una demanda porque si lo hacen temen perder al hijo que se encarga de sus cuidados», sostiene Acale, quien añade que el propio escenario en el que se desarrolla el maltrato impide que haya testigos y favorece la invención de «versiones paralelas».
«Se puede decir que el cardenal del abuelo se debe a que se ha caído por las escaleras o que suele autolesionarse», según la profesora, quien argumenta que muchas de las sentencias son favorables a los agresores porque, debido a su edad, los testimonios de los ancianos caen en contradicciones.
Uno de los casos más habituales es el que atenta contra su libertad ambulatoria, pues son internados en residencias «sin su consentimiento o con uno manipulado», lo que permite hablar -a juicio de Acale- de «delitos de coacciones, amenazas y detenciones ilegales».
Los mayores son también víctimas de delitos contra el patrimonio, pues se les presiona para que, por ejemplo, dicten un testamento que beneficie económicamente a algunos miembros de la familia o son coaccionados en las residencias para quedarse con sus pensiones.
[+ información en Diario de Burgos]
La situación de dependencia que caracteriza a la tercera edad permite que el agresor cometa su maltrato no alimentándole ni socorriéndole, situándole como blanco de insultos o propinándole golpes, empujones o encierros.
En la tercera parte de los casos, el hogar es el escenario de estas agresiones mientras que el resto tiene lugar en las residencias, según explica la profesora de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz, María Acale, que ha estudiado una realidad que rara vez se aborda y que forma parte de esa cifra negra de criminalidad que no acaba en denuncia.
«Es difícil que estas personas den el paso de interponer una demanda porque si lo hacen temen perder al hijo que se encarga de sus cuidados», sostiene Acale, quien añade que el propio escenario en el que se desarrolla el maltrato impide que haya testigos y favorece la invención de «versiones paralelas».
«Se puede decir que el cardenal del abuelo se debe a que se ha caído por las escaleras o que suele autolesionarse», según la profesora, quien argumenta que muchas de las sentencias son favorables a los agresores porque, debido a su edad, los testimonios de los ancianos caen en contradicciones.
Uno de los casos más habituales es el que atenta contra su libertad ambulatoria, pues son internados en residencias «sin su consentimiento o con uno manipulado», lo que permite hablar -a juicio de Acale- de «delitos de coacciones, amenazas y detenciones ilegales».
Los mayores son también víctimas de delitos contra el patrimonio, pues se les presiona para que, por ejemplo, dicten un testamento que beneficie económicamente a algunos miembros de la familia o son coaccionados en las residencias para quedarse con sus pensiones.
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