Un informe del servicio de Inspección de Prisiones británico ha puesto de relieve el trato “inhumano” que reciben algunos de los inmigrantes sin papeles en el centro de detención de Harmondsworth, donde están recluidos a la espera de ser deportados. La inspección, realizada por sorpresa del 5 al 16 de agosto pasado, ha permitido desvelar la muerte “en las condiciones más indignas e inhumanas posibles” de un anciano canadiense de 84 años enfermo de alzhéimer que falleció esposado al poco de llegar al hospital.
Los médicos que le atendieron describieron al anciano como un hombre “frágil, de 84 años, enfermo de alzhéimer, demente, no apto para ser detenido o deportado; requiere asistencia social”. Sin embargo, falleció en el propio hospital después de haber estado al menos cinco horas esposado.
Pero no se trata de un drama aislado. El informe de los inspectores condena lo que define como “casos estremecedores en los que se ha perdido todo sentido de la humanidad”. ¿Acaso las autoridades responsables de Harmondsworth han olvidado los principios básicos de humanidad y decencia que merece cualquier persona bajo su custodia?
El mes pasado, por ejemplo, fue enviado a Nigeria un demandante de asilo de 45 años, Isa Muazu, que llevaba tres meses en huelga de hambre en protesta por su deportación. Aunque los médicos cuestionaban su salud mental, el Gobierno consumó la deportación para que su caso no se convirtiera “en un peligroso precedente”.
No son buenos tiempos para los inmigrantes en Reino Unido. A los ilegales se les hace la vida imposible para forzarles a marchar y a los legales se les hace ver cada vez con más claridad que ya no son bienvenidos. Aunque sean de la Unión Europea.
El artículo no incide en lo más lamentable del caso, ya que es posible que haya más culpables en esta historia, porque no estaría mal saber cómo llegó este anciano enfermo de alzhéimer a Inglaterra. ¿Quién lo metió en un avión en Canadá? Todo parece indicar que posiblemente la familia tampoco haya tenido un comportamiento ejemplar. Lo verdaderamente indignante, es que tanto unos, como otros, se han desprendido del anciano. ¿Será esta una nueva forma de desacerse de nuestros mayores? [ver artículo completo]
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