El otro día, paseando con mi esposa por la Alameda, me crucé con dos chicos jóvenes que iban charlando. Unos pasos detrás, irrumpió de forma sorpresiva un cachorro de perro, al que desgraciadamente no pude eludir, ya que hizo un extraño y se metió literalmente entre mis pies, no pudiendo evitar pisarlo, a pesar de que hice todo lo posible para que no ocurriera, dando un traspiés en el intento.
La reacción de uno de los jóvenes con los que nos habíamos cruzado, que resultó ser el propietario del perro, en vez de disculparse por llevarle suelto y haber provocado mi traspié, fue volverse para recriminar mi torpeza, con términos airados y poco amigables. Yo inicialmente me disculpé por haber pisado al animal, ya que no era esa mi intención, pero como pude apreciar que el joven no estaba capacitado para entrar en razones, usé la experiencia que me han dado mis más de sesenta años, para actuar de acuerdo con la máxima que dice: Nunca discutas con un idiota, pues te bajará a su nivel y allí te ganará por experiencia, o aquel otro que añade que además la gente podría no notar la diferencia.
Continuamos por lo tanto la marcha mi esposa y yo, y mientras analizábamos la situación, llegamos también a la conclusión de que no solamente tiene perro cualquiera, sino que hay muchos que no saben estar a la altura de los mismos, incluso cuando este sea un cachorro.
A. José Salas, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
2 comentarios:
Me parece acertada tu actitud ante el incidente, pero creo que en una sociedad donde la permisividad y el buenismo nos ha traído a estos lares, pues pasará esto y también ocurrirá que nos atropelle algún cafre con bicicleta circulando por la acera y además de pedirle disculpa, igual nos suelta unas ...
sobre todo si es más joven que nosotros.
Estoy de acuerdo con el comentario que haces Salas.
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