Roberto nos cuenta que un padre Amish y su hijo llegaron a un centro comercial. Estaban maravillados con casi todo lo que veían, pero especialmente con dos paredes brillantes que se abrían y cerraban constantemente.
El hijo preguntó: ¿qué es eso padre?
El padre, que nunca había visto un ascensor, respondió: Hijo, nunca he visto nada igual en mi vida. No sé lo que es.
Mientras ambos miraban asombrados, una señora gorda y vieja en una silla de ruedas se dirigió a las paredes brillantes y presionó un botón. Las paredes se abrieron y la mujer ingresó a un pequeño cuarto. Las paredes se cerraron y padre e hijo observaron que se encendían alternadamente unos números ubicados encima de las paredes.
Siguieron mirando hasta que se encendió el último número y, luego, los números comenzaron a encenderse al revés. Finalmente, las paredes se abrieron nuevamente y una rubia espectacular de 24 años salió del ascensor.
El padre, sin quitar sus ojos de la joven, dijo bajito a su hijo: ¡¡¡¡Ve a traer a tu madre!!!!
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