Eso es lo que veo cuando una abuelita entra en mi pequeño comercio, mira y acaricia unos zapatos. Uno de esos que la ayudaran a llevar a sus nietos al colegio sin tener dolores en el pie, esos que la sustentarán mientras pasa horas en la cocina guisando para sus nietos e hijos, mientras estos trabajan, los dos, más de diez horas al día y no consiguen llegar a fin de mes. Se me parte el alma cuando después de haberlos acariciado y mirado con deseo me dicen: Debo esperar el 25. Sí, a ese día tan esperado por tantos abuelitos que sustentan económicamente tantas casas. Qué lástima, podría ser mi madre o la tuya. Qué lástima de sociedad que exprime a sus abuelos y los devuelve en parte a esos tiempos de necesidad que la mayoría vivió. Qué hemos hecho en esos 40 años de prosperidad. Lo veo a diario, muchísimos abuelos viven más cerca del 39 que del 2018. Qué lástima. Gracias abuelos.
José Manuel Verdugo Escamilla en XLSemanal
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