Un refrán que aparece en el Quijote es "debajo de mi manto, al Rey mato". La mascarilla tiene sus ventajas: si estás hablando con un pesado pero no quieres quedar mal con él dejándolo plantado, no hace falta que expreses nada con toda la cara mientras te habla, basta con mover algo los ojos. También, si tienes el día relajado y vas por ahí con la boca en Babia, no necesitas parecer persona, ya que no se te ve. Lo mismo si estás deprimido, o de mal humor. Puedes también dejar que tu cara reaccione como te salga, a la impresión que te cause la gente que te encuentras, o sea, que puedes admirar como es debido un buen pecho, o reírte de alguien, sin temor a represalias. Es casi como ver las cosas a través de un monitor. Y no hace falta cuidar mucho lo que dices, porque, con eso de que se te entiende mal, los demás tampoco te van a escuchar mucho. La mascarilla, además, te protege algo del esmog del tráfico. Y, por fin, las infecciones de las personas que han llevado mascarilla, son más leves.
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