Los porteros como su nombre indica, tenían la función de situarse en la entrada de acceso al cine, para que los espectadores pudieran entrar sin aglomerarse y sin que se generasen conflictos, sobre todo en películas o funciones de cierto renombre. Una vez allí, procedía a "picar" las entradas. Ese picado, se hacía con un pequeña maquineta, que el portero llevaba en la mano, cogía las entradas, las metía en la ranura que tenía dicho aparato y apretaba. El resultado era que, la entrada quedaba marcada con un pequeño agujero circular, ésta pasaba a manos del espectador para que pudiera buscar su butaca, e invalidaba la posibilidad de volver a utilizar dicha entrada en otras ocasiones; también es cierto, que para evitar estos problemas, las entradas que se vendían, cada cierto tiempo eran de color distinto. Puede parecer que era un trabajo tranquilo, pero nada más lejos de la realidad. Contaba mi padre Jesús López, que durante muchos años estuvo como operador de cine, en algunos de los que existieron en el pueblo, que sus compañeros los porteros y acomodadores le comentaban que en ocasiones pasaban miedo, ante la avalancha de gente que intentaba entrar atropelladamente en el cine. Estos porteros eran, a veces arrastrados hasta la zona del ambigú. A veces, tenían que expulsar a personas que no sabían comportarse y eso generaba revuelo en el cine. Actuaron durante mucho tiempo de poteros Luciano del Olmo y Acisclo Mazpúlez.
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