30 septiembre 2022
COMUNICADO DE ANTIGUOS ALUMNOS DE LA SALLE
• Días: lunes a viernes.
• Horario: 08,30 a 14,30 h. y 17,00 a 19,00 h.
• Lugar: secretaría del colegio La Salle
TITULARES DE PRENSA DEL VIERNES 30/09/2022
SANTORAL
Jerónimo, Honorio, Gregorio, Leopardo y Sofía.
FARMACIAS DE GUARDIA
GÓMEZ GARCÍA, MIGUEL ÁNGEL (LAS ESTELAS) - Avda. de Cantabria, 2 (Hasta las 16 horas del sábado 1 de octubre)
BOC (Boletín Oficial de Cantabria)
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TAL DÍA COMO HOY …
29 septiembre 2022
SAN FELICES TENDRÁ FERIA DE GANADO
San Felices de Buelna tendrá feria de ganado el próximo domingo 20 noviembre tras el compromiso alcanzado por varios ganaderos con el Ayuntamiento para su organización en una reunión convocada por el equipo de gobierno para encontrar una solución a una cita que llegaba a su treintena de ediciones sin nadie para organizarla.
Una veintena de ganaderos acudieron al llamamiento del Consistorio y debatieron sobre las dificultades de organizar la feria, tramitar los pagos o contar con apoyos económicos sin una asociación como tal detrás. También expresaron sus dudas al no contar con terrenos suficientes para poner en marcha una feria que reúne cada año más de 1.500 cabezas de ganado, sabedores, dijeron, de lo complicado que es organizar una cita de ese calado. Pero, como explicó el alcalde, José Antonio González Linares, "pudo más su amor por la feria y su compromiso con una cita que no podía perderse tras haber hecho lo más complicado, que fue ponerla en marcha hace algo más de 30 años".
Una veintena de ganaderos acudieron al llamamiento del Consistorio y debatieron sobre las dificultades de organizar la feria, tramitar los pagos o contar con apoyos económicos sin una asociación como tal detrás. También expresaron sus dudas al no contar con terrenos suficientes para poner en marcha una feria que reúne cada año más de 1.500 cabezas de ganado, sabedores, dijeron, de lo complicado que es organizar una cita de ese calado. Pero, como explicó el alcalde, José Antonio González Linares, "pudo más su amor por la feria y su compromiso con una cita que no podía perderse tras haber hecho lo más complicado, que fue ponerla en marcha hace algo más de 30 años".
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MUERE UNA LOBA ATROPELLADA EN LA N611
En numerosos grupos de WhatsApp de vecinos de la comarca se han difundido las imágenes de una loba muerta en la carretera N-611. Según testigos, el atropello del animal ocurrió el pasado martes día 27, cerca de las 19,30 h. a menos de 1 km del cruce de Somahoz en sentido hacia Cieza y Arenas. Según las mismas informaciones, el animal, una hembra joven de unos 35 kilos de peso, cruzó saltando la bionda de protección y un turismo que circulaba en sentido hacia Los Corrales la arroyó mortalmente. En la Guardia Civil de Tráfico nos han confirmado que figura una actuación de una patrulla por un suceso similar en la citada zona.
Fuente: ValledeBuelnaFM
EL BARRIO DE SAN JUAN BAUTISTA O BARRIO DE LOS MILLONARIOS (3)
En este capítulo, vamos a tratar de recordar cómo eran nuestras casas por dentro, las distintas zonas y el papel que jugaron en nuestras vidas. Nos centraremos, también en el valor que tenían en aquellas épocas, las huertas, los gallineros o los árboles frutales que estaban presentes en nuestra vida diaria. En ellos encontrábamos, gran parte de nuestros alimentos como patatas, verduras, carne o frutas. Allí aprendimos a cultivar, a recoger los frutos que tanto esfuerzo requerían para su obtención. Disfrutábamos de ver cómo iba creciendo lo cultivado, los animales criados, los frutos que surgían de los árboles y sobre todo, nosotros como niños, nos sentíamos satisfechos de haber ayudado a nuestros padres.
Vayamos por partes a recordar estos aspectos de nuestra vida en el barrio.
D.- EL ABONO.
E.- LOS ÁRBOLES.
F.- LAS FLORES.
Para los que vivimos en el barrio de Los Millonarios, nos permitió llevar a cabo muchas más cosas y disfrutar de nuestra infancia y adolescencia. Y a los vecinos les gusta recodar aquellos tiempos pasados, así que seguiremos recordando cosas de nuestro barrio. Hasta los próximos recuerdos.
José Francisco López Mora
TITULARES DE PRENSA DEL JUEVES 29/09/2022
SANTORAL
Miguel Arcángel, Gabriel, Rafael, Fraterno, Grimoaldo, Quiríaco, Ripsimes y Gudelia.
FARMACIAS DE GUARDIA
GÓMEZ GARCÍA, MIGUEL ÁNGEL (LAS ESTELAS) - Avda. de Cantabria, 2 (Hasta las 16 horas del sábado 1 de octubre)
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TAL DÍA COMO HOY …
EL INTERIOR DE LAS CASAS
El interior de las casas del barrio venía, a ser prácticamente el mismo en todos los edificios, aunque con algunos cambios puntales. Así, mi familia vivió en uno de los edificios de cuatro viviendas, dos arriba y dos abajo, concretamente en el nº 22 situado en la parte superior. Había unas escaleras y a través del balcón nos encontrábamos con la puerta de entrada a la casa. Una vez aquí, lo primero era la cocina; desde aquí, se podían ver dos puertas que daban acceso a dos habitaciones. Si nos desplazábamos hacia la derecha, hacia la pared, había un pequeño pasillo que daba a dos puertas, una de entrada a la tercera habitación y otra al baño. Vayamos a cada una de las estancias.
LA COCINA-COMEDOR-SALÓN
Lo primero que encontramos al entrar en la casa es la cocina, que era la estancia principal de la casa. La cocina, no era sólo el lugar donde nuestra madre nos preparaba la comida y la cena (el desayuno y la merienda, con el tiempo llegamos a hacerlo por nosotros mismos), era también el comedor, el salón, el lugar de trabajo donde estudiábamos y hacíamos los deberes de clase y en los ratos libre donde leíamos los famosos “chistes” de la época, éstos con el paso de los años pasarían a ser los “comic” actuales. Esto hacía que, en este espacio, en el centro, había una mesa redonda o cuadrada, con sus correspondientes sillas. En nuestro caso, seis sillas para poder comer juntos. Supongo, que aquellas familias con mayor número de integrantes habría más. En la cocina había un aparador donde iban colocados la cubertería y todos los “cacharros” necesarios para cocinar: las cazuelas, las sartenes, el cueceleches, el molinillo de café, etc. etc.
Al entrar en la cocina, a mano derecha, se encontraba la parte más importe para el funcionamiento de la vida familiar, el lavadero, la cocina, el fregadero y la caldera o termo del agua que servía para tener agua caliente para la ducha, para el lavadero y fregadero.
EL LAVADERO
Hoy día es normal, que en todas las casas se tenga una lavadora en la que las familias lavan las prendas de vestir, de las sábanas, etc. En definitiva, el mantenimiento de la higiene de la ropa o prendas que utilizamos en nuestra vida diaria. Pero esto no siempre ha sido así. Durante mucho tiempo el lavado de la ropa se hacía en los ríos o en los lavaderos comunales que existían en los barrios o pueblos. Aquellas zonas de los ríos cercanas al pueblo, donde las mujeres habían establecidos sus lavaderos; en los que cada vecina tenía una piedra de lavar, que nadie más utilizaba, y al que determinados días de la semana iban con el balde de la ropa y su correspondiente cajón de lavar, allí colocaban el cajón, se arrodillaban y a lavar. Tardes de lavado, de charlas y de ponerse al día de los acontecimientos del pueblo. Ya no hay lavado en el río, pero todavía en muchos pueblos, lo lavaderos se conservan como patrimonio cultural. Aquí, en nuestro pueblo, había un lavadero en el barrio de La Aldea, pero pasó a la historia. Se destruyó.
En nuestro barrio, en ocasiones también se lavaba la ropa en el Muriago, pero no era lo habitual. Las casas tenían agua corriente y por tanto tenían su propio lavadero, lo que mejoraba las condiciones de la familia. Daba igual estar en invierno o en verano, no había que salir de casa para lavar la ropa y se disponía de agua caliente. Todo esto facilitaba que las mujeres de la casa pudieran lavar cuando pudieran. Ya no dependían del frío, del calor, de las crecidas del río o simplemente que hubiese espacio en los lavaderos públicos.
En el barrio de Los Millonarios, el lavadero se situaba en un espacio que existía entre la pared del balcón y la pared que daba al baño. En la pared del balcón había una ventana, que permitía una mayor claridad, lo que facilitaba el lavado de ropa. Por otro lado, esta ventana permitía coger la ropa para colgarla en el tendal del balcón. En ocasiones, le dábamos la ropa lavada por la ventana y mi madre la colgaba y otras veces la ponía en el balde y la sacaba al balcón, sin tener que entrar o salir a buscarla. El lavadero, era de piedra, tenía dos grifos, uno para el agua caliente y otro para la fría y en el fondo había un desagüe, que cuando se quitaba el tapón salía el agua hacia las tuberías del exterior.
En la parte inferior del lavadero había un espacio que se utilizaba para poner, el jabón, la lejía, los paños para limpiar el lavadero una vez terminado el lavado. También en este espacio se situaban los calderos del carbón y la leña. En ocasiones, este espacio se cerraba con una tela corredera que evitaba la vista de lo que allí se tenía.
Allí, en el lavadero de la casa nos encontrábamos los elementos del lavado de la ropa: el balde y el caldero de zinc, y por supuesto el jabón. No el detergente que actualmente todos vemos utilizar en nuestras casas, sino el jabón Chimbo, jabón Lagarto u otros que se compraban en las tiendas. Aunque también era frecuente que las amas de casa elaborasen el jabón que se utilizaba en las casas con la combinación de aceite usado, -no se tiraba después de usado, sino que se almacenaba-, agua y sosa cáustica. En aquella época era habitual resolver las necesidades, sin tener que recurrir a la compra, se reutilizaban productos y al mismo tiempo se evitaban gastos innecesarios. Los sueldos eran bajos y las familias con muchos hijos.
Este lavadero cumplió otras funciones en la casa. En ocasiones, era el lugar donde a los niños pequeños nos bañaban. Era más cómodo bañarnos en el lavadero, con el calor de la cocina que en la pequeña ducha del cuarto de baño, además allí podíamos permanecer más rato sin peligro.
Con el tiempo, este lavadero muchos lo hicieron desaparecer. Por ejemplo, mis padres, tapiaron la ventana y el espacio que ocupaba pasó a formar parte del baño y el resto se incorporó a la cocina donde se incorporó la primera cocina eléctrica que hubo en la casa, lo que no implicó que desapareciera la “cocina económica”.
El lavadero, se trasladó al garaje que se construyó sustituyendo al gallinero. Allí, cumplió las mismas funciones que había cumplido en la casa. Al día de hoy, allí sigue, como recuerdo de nuestra infancia.
LA COCINA ECONÓMICA
Era el lugar donde las madres cocinaban: desayuno, comida y cena, e incluso era el lugar donde se calentaban aquellas planchas de hierro, que nuestras madres utilizaban para planchar la ropa, sin tener utilizar las planchas eléctricas que suponía un mayor gasto.
La cocina estaba adosada al cuarto de baño. En aquella época, la cocina era denominada como “económica”, pues no era como las que actualmente existen en nuestras casas: las vitrocerámicas que funcionan mediante electricidad. Pero en aquellos años, funcionaba con de carbón y madera. La cocina estaba integra por una placa de hierro, donde había dos fuegos, con tres arandelas que podían quitarse dependiendo de las necesidades de calor.
Por la parte delantera de la cocina, se introducía la leña y el carbón que servía para calentar el agua y el aceite necesario para cocinar. Debajo de esta zona, nos encontrábamos el lugar por donde caían las cenizas. Estos restos había que sacarlos con la paleta y se echaban en el caldero de cinc, que posteriormente se esparcirían por la huerta. Más a la derecha se encontraba el horno, espacio vacío, que se cerraba con una puerta y que solía tener dos apartados, que se utilizaba para los asados y dulces.
En la cocina, se utilizaban la mayor parte de los útiles que encontramos en nuestras casas, pero con diferencias en el material utilizado, así como en los productos de consumo. En las primeras horas de la mañana, se encendía la cocina para calentar la leche que era el elemento fundamental del desayuno. Leche que no era como la de ahora, ni tampoco se compraba en los supermercados. La leche entonces se, compraba a los ganaderos que las vendían directamente. Esa leche era natural y antes de tomarla, había que cocerla para eliminar las posibles bacterias. Era una leche, que producía una enorme cantidad de nata, que utilizaban nuestras madres para elaborar postres, mantequilla y en ocasiones, no era mi caso pues nunca he sido capaz de comer la nata, se ponía en el bocadillo. La leche no venía en cajas, ni tenía nombre de empresas, ni se vendía como leche entera, semidesnatada o desnatada o cualquiera de las variedades que vemos actualmente. Era leche de vaca que comprábamos directamente a los vecinos del pueblo que tenían vacas y las vendían. Los ganaderos del pueblo, ordeñaban a las vacas dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. Cuando llegaba la hora, se iba a comprar la leche con la inevitable “cacharra de leche”, con su tapa de cierre y el agarre, lo que nos permitía transportarla fácilmente. Cuando llegábamos a la cuadra, esperábamos a que fuesen atendidos todos los compradores. No aparecía marca de la leche; no había marca de leche, pero sabíamos que era la leche del “Pasiego”, la de Matilde, la nuera de Cobo, o el nombre de cualquier vecino que tuviera ganado.
Esa leche, ya caliente y con el azúcar, se acompañaba con el pan que había sobrado de días anteriores, que era nuestro desayuno habitual, “las sopas de leche”. Es cierto, que en ocasiones se acompañaba de chocolate que se fundía en la leche, pero poco a poco se fue incorporando el Cola-Cao. Para los mayores la leche solía acompañarse con café, que en aquella época, venía en granos, que había que molerlo con el “molinillo de café”, presente en todas las casas, haciendo girar los granos a través de un engranaje. El café molido se depositaba en un cajetín de madera, que conservábamos en un bote de cristal o una lata. Pero el café era caro, por tanto no todos tenían posibilidad de acceso a él. La denominación de “millonarios” no correspondía a la realidad. Al igual que el resto de los habitantes del municipio, tenían dificultades para acceder al café. La solución fue la utilización de la achicoria. Era más barata, tenía el mismo color y te acostumbrabas al sabor.
Las comidas eran básicamente de productos que obteníamos del cultivo de la huerta, patatas, cebollas, ajos, los tomates, guisantes, berzas, etc. Es evidente que teníamos que ir a comprar productos que no obteníamos de la huerta, pero ésta era importante en el consumo diario. Además, no podemos olvidarnos de las dos tiendas que había en nuestro barrio y que nos surtían de lo más necesario. Para las compras más importantes, como trabajadores de la fábrica, fundamentalmente las mujeres, iban a la Cooperativa de la fábrica donde se compraba todo lo que se necesitaba y a precio más barato. Allí se compraba el aceite, las latas, el pescado y la carne y otros productos diferentes de la comida como ropa, calzado, etc. Y por supuesto se hacía el pedido de carbón, básico para el funcionamiento de la cocina.
Este era el momento, en que los hermanos comíamos todos juntos, pues habíamos salido del colegio y la comida nos esperaba. Posteriormente, ayudábamos a recoger los “cacharros”, a realizar las copias de las faltas de ortografía, nada de lápiz ni “boli”, con pluma, y caligrafía, diez copias por cada falta. Cumplidas las obligaciones, rápidamente a jugar en la calle, a las canicas, a la peonza o al balón. En las demás casas debía de pasar lo mismo, pues nos encontrábamos todos jugando antes de volver al colegio.
Por la tarde, si no ibas a la lección particular, hacíamos los deberes en casa, estudiar un rato y si quedaba tiempo, nuevo partido o a jugar al escondite o hacer alguna “trastada” en el barrio, siempre acompañados.
Después a casa, a cenar y muchos días eran los huevos con patatas, la tortilla de patatas y algo de fruta. Si era invierno nos poníamos cerca de la cocina económica para calentarnos, o en mejor de los casos subido en el fogón, sentados en una banqueta de madera, teniendo cuidado de no caernos en la plancha. ¿Irresponsabilidad? Ya habíamos cenado, la cocina se estaba apagando y… ¡hacía frío!
Allí, en el fogón, estaba el termo de agua que el fuego de la cocina calentaba y que servía para que el agua estuviera caliente tanto en el lavadero, en el fregadero y también en la ducha y en el lavabo del baño. El problema era que tenía poca capacidad y había que tener la cocina encendida para lavar los platos, la ropa y ducharnos.
EL FREGADERO
Separado de la cocina, por un pequeño espacio, cubierto por azulejos blancos nos encontramos con el fregadero. Este era del mismo material que el lavadero. Tenía dos grifos, uno para el agua fría y otro para el agua caliente. Allí iban todos los “cacharros” utilizados en la elaboración de las comidas, así como cubiertos, cuchillos, vasos y demás elementos empleados en la mesa durante la comida.
En la aparte de abajo del fregadero, había un habitáculo cerrado con una pequeña puerta, en el que se encontraban los elementos necesarios para la limpieza de la cocina, como el estropajo, el jabón, la lejía e incluso el caldero que se usaba para fregar el suelo de la cocina y el resto de la casa.
Como ya hemos dicho, esta zona era donde habitualmente realizábamos la vida toda la familia, era el lugar de comida, la de reunión familiar, donde estaba nuestro lugar de estudio y hacíamos los trabajos escolares, donde se llevaban a cabo todas las labores de la casa, donde jugábamos. Y también era un lugar donde, en una esquina de las paredes, sobre un soporte de madera, se situaba “la radio”.
Ella permitía a nuestros padres estar al tanto de los sucesos el país, permitía escuchar los partidos del Real Madrid, en aquellos momentos, parecía que sólo existía el equipo del Real Madrid. Se tenía información sobre los resultados de las competiciones de fútbol y los aciertos obtenidos en la quiniela. También eran habituales los programas de música o de información de todo tipo, así como la propaganda de productos a través de anuncios. Toda esta información de la radio, en estos momentos estaba muy controlada por el Estado, estamos en el período de gobierno del general Franco. Pero eso no evitaba que mucha gente a través de la radio pudiera acceder a noticias alejadas del control del Estado. Todavía me acuerdo como, en determinados momentos, mi padre se marchaba a la habitación llevándose el aparato de radio, y era grande el aparato, y nos decía no hagáis ruido que voy a escuchar la radio a bajo volumen. Siempre me llamó la atención el porqué de esa actuación. Con lo fácil que era subir el volumen. Con el tiempo descubrí que lo que hacía era tratar de conectar con una emisora de radio, denominada Radio España Independiente, creada por el Partido Comunista de España. Su nombre popular era “La Pirenaica”. Esta emisora comienza a emitir desde Moscú el mes julio de 1941 hasta julio de 1977, en que se da por finalizada su programación. Pues bien, allí estaba mi padre escuchando las ideas y opiniones comunistas de los acontecimientos. La sintonización de esta emisora, estaba prohibida generando problemas a quien la escuchara. La verdad es que debió de ser habitual, en aquella época, que la gente tratara de acceder a esa información, unas veces por cercanías ideológicas, otras por tener distintas fuentes de lo que sucedía en el mundo. Pero lo que sí es cierto, que eran muchos los que en sus casas sintonizaran dicha emisora.
EL BAÑO
Al lado del fregadero, había un pequeño pasillo que nos dirigía tanto al baño como a uno de los dormitorios de la casa. El baño era un espacio de pequeñas dimensiones donde se llevaba a cabo la higiene corporal de la familia. Se encontraba a la derecha del pasillo y cuya puerta de entrada estaba enfrente de la puerta de la habitación. En la pared estaba la ventana que al abrirla nos encontrábamos con las escaleras y la zona del balcón que daba al Este.
Al entrar en el baño, a la derecha estaba el plato de ducha. A su lado se encontraba el lavabo con sus correspondientes dos grifos y lógicamente nos encontramos el espejo, que nos facilitaba las abluciones llevadas a cabo durante el día.
Por último, pegando a la venta y enfrente al lavabo se encontraba el retrete, que era de menor tamaño y menos sofisticado de los que tenemos actualmente en las casas.
Es cierto que el baño es una de las estancias más importante en las casas actuales, pero en aquella época el baño era un lugar que cumplía las mismas funciones, pero difería en cuanto al espacio ocupado. De hecho, en aquellos momentos era el lugar más pequeño de la casa.
LAS HABITACIONES
La vivienda tenía 3 habitaciones que a lo largo del tiempo fueron ocupadas por los distintos componentes de la familia. Las tres habitaciones tenían una distribución diferente, que venía dada por la ubicación de las ventanas. Así los cuartos que tenían las puertas casi pegadas, uno de ellos tenía la ventana orientada al Norte, mientras que el otro la tenía orientada al Sur. Y el cuarto que estaba en frente del baño, su ventana estaba orientada al Este.
En las habitaciones no había nada de lo que hoy podemos ver en las casas de nuestros hijos, excepción hecha del armario y de la cama. En aquellos momentos, las familias tenían varios hijos, con lo cual las habitaciones no tenían una cama sino dos. Nada de mesas de estudio, nada de ordenadores, música, etc. El dormitorio era para dormir. El resto de las actividades se realizaban la cocina. En aquellos momentos el colchón de las camas era muy diferente a las actualmente existen. El colchón estaba formado por las hojas de las “panojas” de maíz. Cuando en el mes de octubre se realiza la cosecha del maíz, las hojas de la “panoja” no se tiraban, sino que se conservan, y se dejaban secar y posteriormente, separadas las hojas se introducían en la tela del colchón y se cosía y así teníamos el colchón en el que dormiríamos en los meses siguientes, hasta la próxima cosecha, en que cambiarían las hojas del interior.
Otros de los materiales utilizados para la fabricación de los colchones que había en nuestras casas eran la borra y la lana de las ovejas. Estos dos materiales tenían una mayor duración en el tiempo, pero también es cierto que había de seguir un proceso de conservación más complejo. En todo caso, esto lo veremos más adelante, cuando hablemos de los oficios que realizaban algunas de las mujeres del barrio e incluso los propios hombres, que una vez salido de la fábrica llevaban a cabo otras actividades, y esto les permitía obtener otro ingreso necesario para sufragar la hipoteca y resolver los problemas de vida cotidiana.
EL DESVÁN
Era una zona que al principio no tenía acceso. Fue realizado posteriormente por las familias. Tampoco era un lugar que se utilizara mucho, pero se fue convirtiendo en una zona donde almacenar cosas y utilizarle en algunos momentos para jugar u otros menesteres.
Es cierto que era una zona nada habitable y que no estaba dividida entre las dos casas superiores. Esto hizo que los dos vecinos, en este caso Miguel y mi padre se pusieran de acuerdo, para hacer el muro que separará el desván en dos partes. Posteriormente, mi padre pasó a entablillar todo el suelo del desván, pues si pisaban en él, automáticamente se hundía el techo de la habitación. En casa, en dos momentos se produjo el desprendimiento del techo, concretamente de dos habitaciones, con el consiguiente susto y el gasto originado. No olvidemos, que todo estaba realizado en madera, y ésta con el paso de los años, se apolillada. Hubo que cambiar parte de las vigas de madera y entablillar nuevamente todo el suelo de la buhardilla.
Cuanta mi primo Javier que, en su casa, sucedió otro acontecimiento igualmente peligroso. Era habitual que mis tíos Ángel y Florinda algunos días, fueran a la última sesión de cine. Pero aquel día después de pensarlo, decidieron no ir y se quedaron en casa. Estando ya todos en la cama, oyeron ruidos en el desván y preocupados se levantaron y se encontraron con la sorpresa de había fuego en el desván. El problema es que no había acceso al desván, así que mis tíos y primos se centraron en echar agua en el techo para ver si se apagaba, pero no era posible. Los vecinos ayudaron, pero nada. Fue Román, el marido de “Cuscus”, que venía del cine quien dio aviso a los bomberos de la fábrica, quienes con su intervención acabaron con el fuego y evitaron males mayores. En todo caso, esto fue un aviso, que hizo que muchos vecinos decidieran abrir un acceso al del desván. En la zona de acceso al baño y a una de las habitaciones se abrió una trampilla, que por medio de una escalera de madera de quita y pon permitía el acceso al desván. Esta escalera no estaba siempre puesta, pues impediría la entrada al baño o la habitación, así que estaba siempre debajo de la escalera del exterior por la que entrabamos en casa.
Pero para mí, el desván era un lugar de distracción cuando subíamos a enredar. Recuerdo que con pocos años tuve que permanecer varios meses en la cama, desde el otoño hasta la primavera, y a finales de año era frecuente oír ruido en el desván, yo preguntaba, pero nadie decía nada o nadie oía ruidos, me decían que me durmiese tranquilo o que leyese los “chistes”. El día de Reyes me desperté y al lado de la cama me encontré un maravilloso fuerte del Oeste americano, con sus soldados en la parte superior y los indios en posición de ataque. Es un fuerte que está en mis recuerdos. Con el tiempo supe que aquel fuerte le había construido mi padre en el desván en sus ratos libres. ¡Cuantos días jugando en el cuarto y posteriormente en la huerta! Los indios y soldados fueron desapareciendo y el fuerte fue, poco a poco, abandonado. Pero permanece en el recuerdo.
A grandes rasgos, esta era la distribución interior de las casas superiores existentes en los bloques de cuatro viviendas. Las diferencias variaban, según que la entrada a la casa se produjera por el Este o el Oeste. Y lo mismo podemos decir de las casas situadas en la planta baja. La única diferencia era que la planta baja carecía de desván.
Esta ha sido la descripción de las viviendas en los primeros momentos, con el paso del tiempo, los vecinos fueron introduciendo mejoras que transformaron las casas. Cambio que se realizó tanto en el interior como en el exterior. En el interior, el cambio se llevó a cabo, fundamentalmente en la zona de la cocina y en el baño. Desapareció el lavadero, siendo incorporado al baño, donde se desplazó la ducha hacia la zona donde anteriormente era ocupado por el lavadero. Y también desapareció el termo que trasmitía el agua caliente al lavadero, al fregadero y al baño.
En el exterior el cambio también fue importante. Desaparecieron las escaleras y balcones de madera, siendo sustituidos por escaleras de cemento y barandillas de hierro.
Las ventanas también sufrieron cambios. El número de ventanas que existían en la vivienda eran 6, de las cuales 3 correspondían a cada una de las habitaciones, otra en el baño, otra situada en la zona del lavadero y por último la que se encontraba en la cocina dando al Sur. Todas las ventanas se componían de dos hojas, cada una de la cuales tres zonas acristaladas, que era lo que permitían la entrada de la luz.
La colocación de los cristales en las ventanas, tenía su procedimiento. En cada zona en que se iba a colocar cada uno de los tres cristales que iba en cada hoja, se llevaba a cabo un pequeño rebaje de tal forma que el cristal estuviese sujeto. Posteriormente el cristalero colocaba el cristal y con pequeñas y delgadas puntas procedía a dejarlas fijas en la madera. Por último, procedía a utilizar la masilla que se colocaba en los laterales del cristal, tapando las puntas que los sujetaban y posteriormente se procedía alisarlo con una espátula, quedando la masilla completamente lisa por el exterior con forma triangular en uno de los lados fijado al cristal y el otro a la madera. Con el tiempo la masilla se iba fracturando y, por tanto, había que proceder a cambiarla; lo mismo sucedía si se producía la rotura del cristal.
Todas estas ventanas son sustituidas por ventanas de aluminio y las contraventanas por persianas. El color verde o rojo de las ventanas, fue sustituido por el plateado de las ventanas de aluminio.
Por otro lado, algunos de los vecinos procedieron a cerrar el balcón, dando lugar a un mirador que protege de las lluvias del invierno y permite disfrutar del sol en las tardes de verano.
LA HUERTA Y EL GALLINERO
Como hemos visto las casas eran muy agradables y satisfacían las necesidades de los propietarios, pero los vecinos no solo adquirían la propiedad de una vivienda, sino que también llevaba incluida un amplio terreno que les sirvió para la obtención de recursos alimenticios de distinto tipo y en diferentes épocas del año. Este terreno se dividía en la zona destinada al cultivo y la zona de dedicada a los animales, el gallinero.
Todo el recinto estaba delimitado de las calles y de los terrenos del resto de los vecinos, por estacas de cemento a las que se unían por alambres de espino que dificultaban la entrada. Algunos de los vecinos trataron de darle más intimidad a sus propiedades, sustituyendo dichas alambradas por cierres de arbustos, que obligaban todos los años a realizar la poda del mismo para impedir un crecimiento desmesurado. Igualmente, este cierre arbustivo nos permitía obtener fácilmente “Y” de madera para nuestro tiragomas, tan habitual en nuestros juegos en el barrio o en el eucaliptal. También fue frecuente, el cierre de la finca, por medio de una variedad de ciprés, llamado científicamente Cupresssus macrocarpa wilma como era frecuente en la finca de Vicente Casado y fundamentalmente en la casa de Benjamín Salas, “Minuco”, a la entrada del barrio. ¿Quién no se acuerda de aquel cierre que se situaba a la izquierda del camino de acceso al barrio? Era habitual todos los veranos ver a los hijos de “Minuco”, José y Benjamín subidos en el andamio podando los cipreses. La poda llevaba tiempo, José, siempre dispuesto a acabar el trabajo, era capaz de hablar con nosotros y seguir podando; en cambio, Benjamín siempre se lo tomaba con más calma, hasta incluso uno de los días en que ambos hermanos estaban con la poda, observamos, que un caracol estaba subiendo por las botas de Benjamín. Allí estaba la prueba de la rapidez y concentración de Benjamín, en el trabajo de poda de los límites de la finca.
Con el tiempo, todo el alambrado, los arbustos y el ciprés que delimitaban las fincas de las casas fue sustituido por los bloques de cemento, cierre que predomina actualmente, aunque con una gran variedad de formas.
La distribución de las huertas, era diferente en cada una de las viviendas pero, sí podemos poner como referencia la huertas de la viviendas formadas por el bloque casas nº 21, 22, 23, 24 ocupado por Ricardo y Toña, Jesús y Teresa, Nando y Carmina y Miguel y Lucia. Nos centraremos en la vivienda por nº 22 ocupada por mis padres.
LA HUERTA
En un principio la huerta estaba delimitada por estacas de cemento con alambres de espino. En la zona norte de la finca, nos encontrábamos con la portilla de acceso a la huerta en dirección a las escaleras, a través de un pequeño camino de tierra que con el tiempo se cubrió de cemento. A mano izquierda del camino, se sitúa el espacio más grande de la huerta, que delimitaba, al Este con la finca de Francisco y al Sur con la de Ricardo. A mano derecha, había dos zonas de cultivo diferenciadas. Por lado, nos encontrábamos con un pequeño pasillo, que partiendo del principal, nos llevaba a la entrada del gallinero, en su zona Norte quedaba un pequeño huerto y al Sur un huerto más amplio que delimitaba al Oeste con la finca de Miguel y al Sur la pared de las casas.
Centrémonos en las zonas de cultivo. Había tres espacios de distinto tamaño. El de mayor extensión, tenía mayor exposición al sol por la mañana y los otros dos eran más sombríos. Esto le sucedía al terreno Miguel, aunque la parte situada al Oeste era la de mayor tamaño y la mayor exposición al sol era por la tarde. Las fincas de Ricardo y Campejo tenían una exposición al sol durante todo el día.
Para las familias que vivieron en el barrio de Los Millonarios, en aquellos momentos una de las cosas más atractiva era la existencia de una huerta. Independientemente, de la extensión de la misma, la huerta era una fuente de ingresos para la familia, pues suponía que la familia pudiese tener acceso a muchos productos de primera necesidad. El dinero del salario del padre en la fábrica se utilizaba para compra del pescado, del aceite, del vino y otros productos que no se podían obtener mediante la siembra de la huerta. No olvidemos que había que pagar el agua, la luz, el carbón y hacer frente a la cuota mensual para conseguir la propiedad de la vivienda. Pero eso es otro asunto del que ya hablaremos. Centrémonos en la siembra.
Todos los años había que proceder a limpiar la tierra, para posteriormente cavar la misma. Y aquí nos encontramos con las herramientas que había en todas las casas: las azadas, la pala o el palote, el rastrillo y el azadillo. Es posible que existieran otras piezas más, como por ejemplo, el “bieldo”, pero estas eran las habituales, con las que lográbamos que la tierra diera sus frutos.
El trabajo de la tierra, era básicamente obra de las mujeres, los hombres trabajaban en la fábrica por turnos y había que descansar. También era cierto, que los hombres en aquella época salían a tomar sus vinos, a jugar a las cartas o disfrutar con una partida de bolos. No quiere decir que los hombres no trabajaran la huerta, pero el mayor peso era asumido por las mujeres. Y no podemos olvidar a los niños. La huerta jugaba un papel fundamental en la distracción de sus ratos libres: cavábamos o hacíamos que cavábamos, enterrábamos las semillas mientras la madre iba haciendo los agujeros, recogíamos los frutos o las gusanas para las gallinas y por supuesto poníamos los “cepos” que nos servían para coger algún pájaro, gorriones fundamentalmente y esporádicamente algún tordo. Es curioso que en aquella época casi todos los domicilios tuvieran “cepos”, que les permitían, introducir una dieta de carne sin tener que dedicarle mucho esfuerzo.
La zona de huerta más extensa, situada a la zona este del pasillo de acceso a la casa, era la que todos los años se cultivaban con productos que se podían conservar durante mayor tiempo después de su recolección. Hablamos del cultivo de la patata, que se realizaba en el mes de marzo, y se recolectaba en los meses de junio o julio. Era también frecuente, al menos en mi casa, sembrar maíz, que solía hacerse en los meses de abril o mayo, realizando la cosecha unos cuatro meses después.
La siembra de las patatas, se llevaba a cabo por prácticamente todos los vecinos. Implicaba cavar la tierra previamente y después realizar los “torcos” donde se introducían las patatas. Posteriormente, después de echar abono, se tapaban con tierra. Me cuenta algunos de los vecinos que, en las primeras épocas algunos, no tenían recursos para plantar la patata entera, sino que dividían la patata según brotes que se habían producido, lo que posibilitaba que una patata podía convertirse en 4 o 5 semillas que se podían cultivar, con los que lógicamente se aumentaba la capacidad productiva. Después, estaba el periodo de crecimiento de la planta, el posterior florecimiento y la llegada del agresor de las patatas, el escarabajo patatero, que se comía las hojas y podían acabar con la cosecha. Había que estar atento, para prevenir la llegada de los escarabajos. Una vez exterminados, la planta seguía su proceso de desarrollo y cuando las plantas de secaban, se iniciaba la recolección teniendo, cuidado de no estropear las patatas cortándola con la azada. Luego se las dejaba secar en la huerta con lo que era más fácil retirar la tierra y después almacenarla en el sitio apropiado para su conservación en el tiempo. Las patatas que primero se utilizaban eran las que habían sido dañadas con la azada al extraerlas.
No podemos olvidar, que las patatas era uno de los alimentos más frecuente en nuestras casas en aquellos momentos. La tortilla de patatas era una de los alimentos básicos. Las patatas guisadas, las ensaladillas, etc.
El maíz también era un cultivo frecuente en nuestro barrio, evidentemente no para comer, sino para alimentar nuestras gallinas y demás aves que teníamos en el gallinero. Por otro lado, el maíz también servía de soporte para las alubias que se cultivaban a su lado. A lo largo del tallo del maíz, se enroscaban las alubias y seguían su proceso de crecimiento. Cuando todo llegaba al final de su maduración, se recolectaba el maíz y las alubias. Posteriormente, íbamos desgranando las “panojas”, dependiendo de si almacenábamos el grano o las panojas enteras. En todo caso, de la panoja no solo obteníamos el alimento para los animales, sino que además las hojas de las panojas las utilizábamos, como ya hemos dicho, en los colchones de nuestras habitaciones. Por otro lado, desgranada la panoja de maíz, nos quedábamos con el garojo que tenía dos utilidades, por un lado nos servía para jugar, pues con ellos formábamos torres de forma cuadrada con los que pasábamos el rato, y también se utilizaba en la cocina para la lumbre.
En los otros dos trozos de huerta, había una mayor variedad de cultivos que se plantaban a lo largo del año. Allí nos encontrábamos, con el cultivo de los guisantes, era un placer coger una vaina de guisante y llevarse los granos a la boca, las lechugas eran habituales en todas las huertas. Creo recordar que Carmina, la de Campejo siempre tenía una buena plantación de lechugas que ponía a la venta de los vecinos, al precio de 5 pesetas. Ajos, cebollas, zanahorias y tomates tenían presencia en nuestras huertas. En ocasiones, recuerdo que a la hora de merendar, mi madre cogía un tomate de la huerta, lo lavaba, lo partía en cuatro “cachos” y le echaba un poquito de sal. Era una merienda agradable, fresca y cogida del huerto que habíamos plantado. Tampoco nos podemos olvidar de las berzas y el repollo, presente en las comidas del invierno, aquellos cocidos de berzas con sus alubias, patatas y con frecuencia con la morcilla. O los cocidos de garbanzos, con patatas, repollo y con su trozo de tocino.
También se cultivaban cebollas, ajos. Ambos productos, una vez recogidos, se entrelazaban dejándolos colgados para que se secaran y se pudieran utilizar a lo largo del año. Es curioso, pero me acuerdo ver a uno de los transportistas que traía productos a la tienda de María, la de Cobo, llevar a cabo su desayuno mañanero que consistía en un bocadillo con varios dientes de ajo, naturales y pelados. Ante mi sorpresa me comentó que era muy rico. A pesar de esto, nunca he atrevido a comer en bocadillo con dientes de ajo.
También se cultivaban judías verdes, o las alubias. Las primeras las recogíamos a medida que iban creciendo, sin dejarlas madurar; era un producto típico del verano. Las alubias había que dejarlas hasta que la vaina se secara, lo que era síntoma de que la alubia estaba en su punto. En ese momento se recolectaban y posteriormente se desgranaban y almacenaban. Este era un alimento muy frecuente en la comida del medio día, a lo largo del invierno, unas veces acompañadas de patatas, de chorizo, de tocino o solas.
Hay que indicar, que el cultivo de guisantes, judías y alubias llevaba aparejado el desplazamiento a los montes de los alrededores para cortar las varas de avellano para plantar las judías y las alubias. Estas varas de avellano servían de guía para que el cultivo no se desplazara por el suelo. Los guisantes, también necesitaban un soporte de crecimiento, pero no eran varas sino ramas. Era habitual que los vecinos volvieran con sus “coloños” de varas. Esto no se hacia todos los años, pues las varas se guardaban y duraban varios años. En todo caso, esta corta de varas traía consigo la limpieza de los montes. Todos participaban, ahora, como ya no es habitual el cultivo, tampoco se participa en la limpieza de montes de los alrededores.
EL GALLINERO
Este era otro elemento fundamental en el sostenimiento económico de la familia. En el caso concreto de la finca de mis padres y la de Miguel y Lucia, ambos estaban situados unidos por uno de los lados, aunque presentaban diferencias. Así en el gallinero de mis padres, se entraba por un camino y la puerta estaba situada en la zona Este. En la de Miguel y Lucia, la entrada estaba en la acera situada al norte de la casa y un pequeño camino, pegado a los arbustos que separaban ambas fincas, nos llevaba hacia el Norte a la puerta del gallinero.
Ambos gallineros, estaban delimitados, por una valla de tela metálica fijada a través de varias columnas de cemento de una altura elevada, con el objetivo de impedir que las aves saltaran a la huerta o la calle. Este terreno no estaba ni encementado ni aplanado, sino que era una zona de tierra como el resto de la finca. Esto posibilitaba que las gallinas picotearan el suelo buscando gusanas u otros insectos que les servían de alimento. Cada cierto tiempo, las gallinas tienen necesidad de quitarse todos los insectos y ácaros que existen en sus plumas, de ahí que las gallinas se revolcasen en la tierra. Esto explica, que el suelo de los gallineros tuviera tantos baches. En todos los gallineros había un gallo, que cumplía la función de que las gallinas se quedaran “cluecas” e iniciaran el proceso de incubar los huevos durante 21 días, y esto diera la aparición de los polluelos, que sustituían a las gallinas que no eran ponedoras o habían pasado a convertirse en alimento de la familia. Las gallinas, todos los días, surtían a la familia de huevos que formaban parte de la dieta del día, como los frecuentes huevos con patatas, o las tortillas de patatas y que decir de los deliciosos flanes o bizcochos.
Esto obligaba a tener ponederos, lugar donde las gallinas ponían los huevos. Había dos o tres, lo que posibilitaba que las gallinas se alternaran en la puesta. Estos ponederos, eran construidos por los vecinos con un cajón, en el que se añadía hierba seca que era más cómoda para las gallinas y evitaba que los huevos se rompiesen al estar rodando por el ponedero.
En el gallinero, también había una caseta, en la que, al atardecer, las gallinas iban introduciéndose y posteriormente las cerrábamos con llave. No se trataba de evitar que las robaran, sino que entraran alimañas causaran estragos en las gallinas. Esta caseta tenía, como ya hemos dicho una puerta y una zona abierta y protegida por una malla de metal que permitía que se aireara. Era una zona muy poco agradable, pues había muchas gallinas allí encerradas durante la noche, los excrementos se consolidaban, el mal olor se acentuaba y proliferaban todo tipo de parásitos que había que eliminar. Así que cada cierto tiempo había que proceder a sacar los excrementos, que íbamos almacenando en la “pila del abono”, que con el tiempo utilizaríamos en el abonado de la tierra. Una vez al año, había que llevar a cabo una limpieza en profundidad de la caseta. Se procedía a pintar por fuera y por dentro las paredes con cal; las zonas de madera se pintaban de color verde; se procedía a limpiar las zonas donde se subían las gallinas, a quitar el abono del suelo y posteriormente a limpiarlo echando calderos de agua. Para culminar con la limpieza, cuando todo estaba seco, se espolvoreaban polvos de zotal, desinfectante que provocaba la desaparición de todos los insectos que afectaban a las gallinas.
No podemos olvidar que los ratones y las ratas eran unos depredadores habituales en los gallineros, cuyo objetivo eran los huevos y los pollitos recién nacidos. Por tanto, era habitual la existencia en el gallinero, en lugares no accesibles para las gallinas, de cepos para ratones o ratas.
Las aves más habituales en los gallineros de los vecinos, eran las gallinas. De distintas variedades. Una de las variedades más atractivas eran las que llamábamos las “quicas”, gallinas muy pequeñas, de plumas de muchos colores y con huevos muy pequeños. También había patos, e incluso en ocasiones podíamos ver en el gallinero de algún vecino, uno o dos pavos, que se criaban de cara a los días de Navidad.
Otras de las aves que había en los gallineros eran los faisanes. La verdad es que era una especie singular, pues muy pocos vecinos los tenían, de hecho, cuando llegaron por primera vez al barrio, llamarón la atención. Creo recordar quien primero introdujo esta ave en el barrio fue Sindo, el esposo de Solita. Pero tuvo que poner una cubierta de sobre el gallinero, pues no podemos olvidar que los faisanes son aves voladoras, con lo que era muy fácil que se escapasen del gallinero.
Otro de los vecinos del barrio que tenía faisanes, aunque con un número menor, fue José María, el hijo de Celedonio, persona que disfrutaba en la huerta y en el gallinero.
Uno de los momentos que más inquietud nos producía, pero que con el tiempo desapareció, era el momento de sacrificar las gallinas para la comida. No olvidemos que, en aquellos momentos, la comida de una gallina, solo se llevaba a cabo en días señalados, y con el paso del tiempo, a medida que mejoraban las condiciones de vida de los vecinos, se fue convirtiendo en comida típica de los domingos y días de fiesta. Pero como decimos, el sacrificio de las gallinas era duro. Me acuerdo de aquellos momentos, en que mi madre ponía la gallina entre sus brazos, le doblaba la cabeza sobre el cuello, le quitaba las plumas de la cabeza y, acto seguido, daba un corte en la cabeza. La sangre salía a borbotones y se recogía en una taza, para posteriormente ser cocinada. Mientras tanto la gallina, se movía entre los brazos de mi madre hasta que moría. Después la gallina se introducía en un balde o caldero de latón lleno de agua caliente, para con mayor facilidad desplumar la gallina. Y como último paso se procedía al despiece de la gallina.
De la gallina, prácticamente se aprovechaba todo salvo la cabeza, las tripas y las uñas de las patas. Creo recordar, que en casa nunca se comía la cresta de las gallinas, por eso me llevé una sorpresa, cuando estudiando en Salamanca una compañera de Zamora, me invitó a comer a su casa y me encontré en la mesa un plato de crestas con salsa de tomate. Primero sorpresa, luego comí un plato y repetí. Estaban buenísimas.
LOS CONEJOS
También era frecuente, la existencia en el gallinero, de las jaulas de los conejos. Estas estaban normalmente situadas en una zona protegida del gallinero, cerca de la caseta. Los conejos no solían estar sueltos, pues al ser el suelo de tierra, podrían excavar la tierra y salir por debajo de la tela metálica que delimitaba el gallinero. La solución era que los vecinos, según sus capacidades carpinteras, construyeran las conejeras. Estas variaban, pero básicamente se componían de cuatro zonas diferenciadas. Una donde estaba el macho, otra donde estaban dos o tres hembras, otra donde estaba la coneja preñada y por último un cajón con hierba seca, donde estaban los conejos recién nacidos. Todo ello de forma rectangular, formado por madera y tela metálica de pequeños huecos que permitan el desplazamiento de los conejos. En la zona frontal, estaba el bebedero y el comedero. La jaula estaba alejada del suelo a través de cuatro patas de madera. Había una pequeña puerta, a través cogíamos a los conejos.
Lógicamente los excrementos de los conejos caían al suelo, lo que obligaba a su limpieza con frecuencia, trasladando dichos excrementos a la “pila del abono”, situada fuera del gallinero.
Una de las personas que tenía conejos, era Margarita esposa de Ramón Riego. Pero lo habitual en el barrio era tener 4 o 5 conejos que satisfacían las necesidades de la familia. Margarita tenía una explotación de conejos destinada a la venta, no para el consumo familiar. Pero ya hablaremos de ello en otro momento.
Los conejos, como las gallinas, había que matarlas en casa. El sistema era rudo, pero efectivo y es lo se utilizaba en todas las casas. El sistema era sencillo, se cogía al conejo por patas traseras y se le dejaba colgado sujeto por la mano. Una vez había dejado de dar brincos, con la otra mano le dábamos un fuerte golpe con un palo en la parte de atrás de la cabeza del animal, provocando su muerte. Acto seguido se procedía a quitarle la piel y el posterior despiece.
OTROS ANIMALES
Es cierto que las gallinas y conejos estuvieron presentes en los gallineros para su explotación, obteniendo así un dinero que les ayudaba en el sostenimiento familiar. Pero otros animales había en el barrio.
Algunos vecinos tuvieron terneros. Estos no estaban dedicados al consumo familiar ni dedicadas al ordeño, sino que se compraban como “jatos” y posteriormente, cuando ya eran “novillos” se vendían en el mercado de ganado o a particulares. Algunos de los que tuvieron vacas en el barrio fueron, mi tío Julián Jara. Este llegó a tener algunos “jatos” en la parte posterior de su casa, para lo cual alquiló una parte de la huerta a Ricardo, para tener allí el ganado. Con el tiempo, dejó de tener “jatos” y el terreno pasó nuevamente a manos de Ricardo. También Pepe “El Cojo”, el marido de Tea, tuvo varios “jatos”, con la misma finalidad, cría y venta. Tampoco podemos olvidarnos de Tinín, el marido de Curra, que tenía en la cuadra situada en el camino de las casas de Pendio varios jatos, que le permitían como al resto hacer frente a las necesidades que había en aquellos momentos. Lo mismo podemos decir de Ramón Riego, marido de Margarita, la hija de Bruno, que durante mucho tiempo tuvo “jatos” destinados también a la cría y venta de los mismos. Los padres de Cosme, tuvieron varios “jatos” y un burro.
Las ovejas también era otro de los animales que estaban en el barrio. Pepe “El Cojo”, tuvo ovejas, no eran muchas las que tenía, pero le permitían obtener recursos a través de la venta de los corderos nacidos en el año, de la propia lana, que en aquellos momentos era fundamental en la formación de los colchones de las casas y que era frecuente ver a compradores de lana que venían por el pueblo y también por el barrio. En momentos puntuales, también eran sacrificados para la obtención de carne, sin tener que ir a comprarlo. En muchas ocasiones Pepe, llevaba sus ovejas a pastar a la zona situada a la entrada del barrio, allí donde estalló el polvorín durante la guerra civil. También en este “prao” pastaban las ovejas de Balbás.
Los cerdos, “los chones”, como los denominábamos habitualmente, también estaban presentes en el barrio. Creo recordar que Cobo, mi tío Julian y Tom, en determinadas ocasiones tuvieron uno o dos “chones” dedicados al engorde para después llevar a cabo la matanza. He visto muchas matanzas de cerdos, en casa de mi abuela en Vega de Villafufre, pero solo vi una en el barrio, en la zona situada entre la casa de Julián y Cobo. El animal era de Cobo. En medio de la calle, se puso una mesa, en la que posteriormente, y después de matar al animal y recoger toda la sangre que se utilizarían en la elaboración de las morcillas, se le ponía encima, se le cubría de hierba seca y se prendía con fuego. Se trataba de eliminar todos los pelos que tenía la piel del animal. Una vez llevado a cabo todo el proceso, se procedía al despiece del animal, del que se aprovechaba todo. Aquel día, había muchas personas en la calle, asistiendo a la matanza, y la mayoría eran niños que no lo habían visto nunca. Yo como he dicho, lo había visto muchas veces y había participado en ella, pero fue la primera y la última vez que lo vi en el barrio.